El primero de ellos fue empezar a manejar el nombre del gobernador Rafael Moreno Valle para amarrar jugosos negocios inmobiliarios realizados al amparo del poder político.
Aprovechando una lejana relación familiar, Garmendia se asumió de facto como un interlocutor del mandatario poblano, garante de sus intereses económicos.
Sobra decir que muchos fueron los incautos que cayeron redonditos y fueron embaucados en tiempo récord en millonarios acuerdos realizados con el supuesto aval del “numberone”, como se refería a él el propio Gustavito.
El segundo y fatal yerro del inexperto joven fue haber convencido a los hermanos Paisano para que se le diera el permiso para instalarse en San Andrés al Casino Baviera ubicado en Lomas de Angelópolis.
Y es que, esta casa de juegos es operada por un grupo diferente al de los panistas consentidos —incondicionales del gobernador Rafael Moreno Valle— como Luis Alberto Villarreal y Jorge Villalobos, protectores políticos de Juan José Rojas, el zar de los casinos en Monterrey.
Al final de su administración, el edil Eduardo Rivera negó permisos para la instalación de casinos en la capital a pesar de las “fuertes presiones que recibió de influyentes y muy poderosos compañeros de partido”.
Hasta la fecha, no se lo perdonan.
Mientras disfrutó de las mieles de pertenecer a la cúpula mafiosa que gobierna San Andrés, Cholula, José Gustavo Garmendia Palomino gozó de absoluta impunidad.
Desde la Secretaría de Desarrollo Urbano hizo y deshizo a voluntad, a partir del primer día de la administración que encabeza oficialmente Leoncio Paisano, pero en la que realmente manda su hermano Guillermo.
Entrega discrecional de contratos de obra pública a cambio de comisiones, descarado cobro de moches a empresarios y venta de licencias y permisos, son apenas algunas de las “minucias” que se convirtieron en el sello característico del actuar de esta joven promesa del servicio público.
Es más, en el colmo del cinismo, en sociedad con los hermanos Paisano, Garmendia instaló una planta de concreto en un terreno baldío, a la intemperie, sin cumplir con los requisitos mínimos de seguridad e higiene, contaminando el medio ambiente a través de la descarga de desechos a la vía pública y lo peor, en un predio con uso de suelo “habitacional densidad 44”, lo que prohíbe cualquier actividad de tipo industrial.
De esto le di cuenta en este espacio desde mayo de 2014.
Lo curioso del caso es que, en lo más alto del poder político local, es decir, en la oficina principal de Casa Puebla, se conocían todas y cada una de las corruptelas de Garmendia.
Lejos de tomar cartas en el asunto, se le toleró y protegió.
Sin embargo, cuando su corrupto actuar afectó directamente los intereses de quien manda en el estado, su cabeza rodó con la misma rapidez y contundencia con la que se enriqueció en apenas poco más de un año de haberse estrenado en esto de la política.
Penoso.