Si bien es cierto que ambos personajes transitaron exitosamente del odio más extremo a la complicidad más absoluta, también lo es el hecho de que en este asunto hay un tema de revancha política.
Y es que, desde principios de mayo del año pasado Fernando Morales Martínez recibió la bendición del gobernador Moreno Valle para convertirse en uno de los candidatos que el mandatario pretendía colar a la diputación federal en este 2015.
En la estrategia diseñada desde Casa Puebla, se intentaría revivir el contundente triunfo que el “priista” obtuvo en el 2009, apoyado por la descarada operación electoral del gobierno estatal encabezado entonces por Mario Marín Torres.
Sin embargo, el verdadero problema para Fernando sería que el priismo avalara la propuesta de Moreno Valle, cosa que al final no se logró.
Varios factores jugaron en su contra.
El primero, el de fondo, tiene que ver con los fríos criterios de rentabilidad electoral.
Y es que, en los primeros sondeos y estudios de opinión que descansan en el escritorio de César Camacho, Morales Martínez aparecía muy por debajo de los mínimos necesarios para ser considerado como candidato con posibilidades reales, ya no digamos de ganar, sino de ser medianamente competitivo.
Su nivel de conocimiento presenta números aceptables, sin embargo, en términos de credibilidad y confianza, el fracaso es monumental.
Además, en la memoria de los priistas de la zona están todavía frescas las imágenes de Morales Martínez operando en el 2013 a favor de José Germán Jiménez García, candidato de Compromiso por Puebla a la diputación local por ese distrito y la contracampaña para derrotar, por 500 votos, al candidato priista Ramiro González Vieyra.
La estrategia no dio los mismos resultados en la presidencia municipal, en donde, a pesar de las contras, el triunfo fue para el priista Juan Navarro Rodríguez.
La misma lógica siguió Morales Martínez en la federal de 2012, cuando hizo todo lo posible porque fracasara el proyecto político de Ana Isabel Allende Cano, líder del PRI en el estado y diputada federal por el distrito que tanto anhelaba Fernando.
Conclusión: no se trata de la figura más popular entre los operadores priistas de la zona.
Por cierto, los tricolores tampoco olvidan los valiosos servicios prestados por el hijo de Melquiades al gobernador Moreno Valle, cuando fungió como líder estatal del tricolor.
Morales Martínez fue la pieza clave en la estrategia de desmantelamiento político del PRI como partido de oposición en Puebla.
Por ejemplo, cuatro días después de la victoria de Peña Nieto en la presidencial de julio, Fernando tuvo una reunión con estructura, operadores y candidatos ganadores en donde dio la orden expresa de replegarse, dejar por un tiempo el trabajo político para “esperar” el desahogo en tribunales de la impugnación de la elección y en función de eso analizar el escenario político y convocar, luego, a liderazgos y ganadores a realizar una gira de agradecimiento a militantes y simpatizantes.
Así se hizo.
Morales, siguiendo las órdenes del gobernador, mandó “desconectar” al partido y se autoexilió en Miami por espacio de mes y medio.
El caso de Puebla fue único.
En otros estados de la República en donde existen gobiernos emanados de partidos políticos diferentes al PRI, el triunfo de Peña sirvió para fortalecer a la militancia y a los simpatizantes tricolores a tal grado que hoy son un auténtico y efectivo contrapeso al poder de esos mandatarios.
Oaxaca, por ejemplo.
Aquí, por el contrario, a pesar de haber ganado 12 de los 16 distritos federales locales, el PRI tomó decisiones que jugaron electoralmente en su contra en el proceso local de 2013.
El penoso papel de los legisladores de ese partido en asuntos de importancia radical como el proceso de redistritación, las facilidades para favorecer la conformación de una nueva mega-coalición antipriista con el voto a favor de las ridículas modificaciones a la ley electoral local y la elección del consejo del Instituto Electoral del Estado son algunos ejemplos.
Una “joya” declarativa de Morales Martínez se dio en la coyuntura de la designación de delegados federales para Puebla, cuando afirmó que lo más sano para evitar disputas internas entre grupos de priistas es que estas delegaciones no quedaran en manos de poblanos, para que no existan bloqueos que pudieran afectar el desarrollo de los planes y proyectos prioritarios que operará aquí el gobierno de Peña Nieto.
Al final, es obvio que los priistas le cobraron la factura.
Es más, los agravios son tan grandes que dejaron sin argumentos a Manlio Fabio Beltrones, poderoso aliado de Fernando, para siquiera intentar interceder por él.