Quedó comprobado, por denuncias de los alumnos de la BUAP levantados del zócalo, la acción de encapuchados con varillas, bats, desarmadores y tubos que emplearon métodos de tortura física y psicológica para posteriormente arrojar a los estudiantes en un lote baldío, sin sus pertenencias.
Ya desde el año pasado existían denuncias de la operación en la entidad de un comando que irrumpía en casas de opositores al gobierno, montaban vigilancia telefónica y física, además de levantar a los enemigos para aparecerlos en la cárcel con su respectiva condena.
Personajes como el diputado federal del PRI, Enrique Doger, y la panista Ana Teresa Aranda saben a lo que me refiero.
Las fuerzas de seguridad dan protección a estos escuadrones del poder. El mensaje es muy claro: intimidar.
El proceso de infiltración en instituciones es evidente. El rector Alfonso Esparza entregó a los estudiantes de la BUAP al comando de contratistas privados, la policía les dio cobertura y la impunidad se encargó de todo lo demás.
El propósito es mandar una contundente señal de que quien se oponga al proceso de control en la BUAP puede pagar con su integridad física las consecuencias.
La Dirección de Apoyo y Seguridad Universitaria, creada por Esparza y manejada por su sobrina Susana Hernández con la operación de Carl Christian Adolf Steger Schmidt, denunciado penalmente por fraude, es la guarida de malhechores.
Y es que en varias ocasiones le he documentado que la DASU contrató porros, narcomenudistas y carteristas para vigilar la seguridad de los campus de la BUAP.
Disponen de todo el presupuesto universitario, al personal lo utilizan para montar operaciones ilegales de espionaje contra opositores de lo que antes presumía ser la Benemérita.
Esparza ya cedió todos los derechos de la BUAP al morenovallismo para instaurar un modelo de universidad dócil, sin ideología y acrítica. Le toca pues: renunciar.
Los universitarios tienen la palabra si eso quieren para el futuro. Lo inaceptable es quedarse callado ante la presencia de los escuadrones del poder, cuyo éxito los llevará a otro nivel: las desapariciones forzosas.
