Agotados los intereses comunes que los unieron en la coyuntura de la discusión legislativa de las reformas estructurales enviadas por el presidente Peña Nieto y con el régimen priista sufriendo una monumental crisis de credibilidad y confianza, los estrategas blanquiazules han determinado que hoy resulta mucho más rentable enfrentar que negociar, de cara al proceso electoral de mediados de este 2015.
El tono del discurso pronunciado por Ricardo Anaya fue demoledor y traía el tufo de haber sido ideado y palomeado por los operadores de mayor confianza del gobernador Rafael Moreno Valle, auténtico dueño del PAN.
No es casual que el siempre tibio líder partidista se haya envalentonado con frases beligerantes, provocadoras, muy al estilo de la forma de gobernar del poblano y su equipo.
Por ejemplo:
“Han pasado ya dos años de su llegada a la Presidencia de la República y la pregunta que se hacen millones de mexicanos es dónde quedó la eficacia y la capacidad de dar resultados del PRI”.
¿Y qué tal este par?:
“Un escándalo sucede a otro sin que haya consecuencia alguna, no hay una investigación seria frente al conflicto de interés por la casa blanca”.
“Con toda objetividad, en materia de transparencia y combate a la corrupción, ¿estamos mejor?”
Tampoco es producto de la coincidencia la promesa discursiva de que el PAN regresará a Los Pinos en el 2018, un auténtico traje hecho a la medida del proyecto transexenal de Moreno Valle.
La estrategia empata perfectamente con el inicio de la obsesiva y millonaria campaña mediática de promoción del mandatario en el marco de su cuarto informe de gobierno.
La columna vertebral del mensaje se compone de “soluciones” para “cambiar al país”, no el estado que gobierna: el país entero.
Es evidente que “la aldea” le ha quedado chica y ahora hay que echar el resto para concretar el sueño de sueños.
Más claro no puede quedar en términos de cuál será la prioridad política y presupuestal para los dos últimos años de la actual administración: pavimentar el camino rumbo a la presidencia.
No hay más.
Por eso, por más cortesía política y de protocolo, la apuesta de Moreno Valle es que siga la debacle del presidente Peña y su gobierno, al grado de que sea prácticamente imposible que le herede el poder a un priista.
Paradójicamente, el poblano sigue exactamente los mismos pasos que llevaron al mexiquense a ganar la madre de todas las elecciones.
Lo dicho:
“En el infierno de Peña está la gloria para Moreno Valle”.
A ver si le sale.