27-04-2024 08:23:08 AM

Con acarreados, llenan el Grito de RMV

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Al frente del balcón y en todo el perímetro que esta alrededor del palacio municipal, sede de la ceremonia estatal del Grito de Independencia, hay vallas que dividen en tres el zócalo de la ciudad. La zona más inmediata se convirtió en un foso para la banda de música que, como cada año, acompaña la que será una breve ceremonia del grito, la que cuarta en que la arenga patriótica correrá a cargo de Rafael Moreno Valle.

grito17Para ingresar a la segunda zona, que comprende el área frente al palacio y llega hasta la fuente de San Miguel, hay un código de vestimenta: un impermeable azul del tono que identifica a este ayuntamiento, la prenda va rotulada con la leyenda “Puebla Septiembre” y la campana de dolores cruzada con una banda tricolor.

 — Dónde puedo conseguir una así –le pregunto a un operadora de la Secretaria de Gobernación que resguarda una las entradas a esa segunda sección.

— Se las dimos a nuestra gente de las colonias para identificarlos, sólo ellos pueden pasar por esta zona –me dice. Luego duda, titubea y me dice: ahorita pasas, espera que entre un grupo y ahí te metes.

Así llegó frente al balcón presidencial.

Los impermeables se entregan calles más abajo, en las calles de Analco, donde están estacionados más de 50 vehículos de transporte público, entre microbuses urbanos y camiones de pasajeros rotulados con carteles que dicen: San Martín, Tepeaca y San Andrés.

En la tercera sección, que incluye los tres cuartas partes restantes de la plaza principal de esta ciudad es para todos aquellos que vienen por su pie y medios a conmemorar el inicio de una lucha que le cambió el nombre al territorio colonizado por los hijos de la península ibérica de Nueva España a México.

Al fondo de la plaza, entre el zócalo y la catedral el escenario en donde Eugenia León, Tania Libertad y Guadalupe Pineda le ponen el tono vernáculo a la noche, al tono de “México Lindo y Querido”, que a diferencia de otras otros años no está pasada por agua.

Y mientras en la capital poblana el recursos público se transforma en un telepromter para que al mandatario estatal no se le olvide ninguno de los héroes patrios a mencionar, y el sentir patriótico por un movimiento que la historia oficial ubica como el mito fundacional de un territorio lleno de contradicciones y diferencias se alimente con cantantes varios, a unos kilómetros de ahí, en una ceremonia mucho menos fastuosa, y mucho menos custodiada, y sin acarreados con impermeables azules, el presidente municipal de San Bernardino Chalchihuapan, Javier Montes Bautista, devela una placa luctuosa y conmemorativa a José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, el menor que perdió la vida en el violento desalojo de la autopista Atlixco Puebla el pasado 9 de julio.

Es una fiesta en donde lo que le falta de luces multicolores de leds se suple con chileatole y café que corre de mano en mano, en donde la ausencia de grandes artistas populares se llena con músicos de la propia comunidad que con ingenio adaptan canciones para desde allá cantarle al gober –Sacaremos a ese buey de casa Puebla– que les mandó a casi 500 policías para desalojarlos a punta de granadas y golpes de toletes.

Lo que no falta, si bien no tiene las dimensiones de la que se lanzó desde atrás de la Catedral y los costados del zócalo, son los fuegos de artificio. El olor a pólvora quemada llena la plaza principal de la pequeña comunidad que se puso en el mapa nacional la tarde en que un cilindro de gas disparado por un policía estatal le reventó a la cabeza a José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo.

Y en su honor y su recuerdo es también la conmemoración que de mito fundacional del país pasó a festejo luctuoso y político.

Así, mientras en la capital poblana la Sonora Santanera pone a los poblanos a raspar las baldosas del zócalo y Miguel Bosé hace corear a varios miles en el centro expositor, en Chalchihuapan la comunidad, al menos la parte que no está controlada por Antorcha Campesina, se reunió para compartir el pan y la sal, y los tamales y las tostadas, como dice Montes Bautista que se hacía antes de que las divisiones y las rencillas políticas los fueran alejando.

***

Rafael Moreno Valle está nervioso, la manos le estorban, se acomoda el traje una y otra vez mientras la cámara lo mira. Son casi las 11 de la noche y está apunto de salir a enfrentar al pueblo que gobierna, al menos a esa parte que pudo llegar hasta el zócalo de la ciudad. Pareciera que es el primero de su mandato, pero en realidad es el cuarto. Solo que en ninguno de los años previos había enfrentado una crisis política y social de la magnitud de que la tiene enfrente.

Al fin un miembro del ejército le pone en las manos la bandera y sale a pasos largos al balcón que desde hace rato silba desde abajo para que la parte protocolaria se cumpla, se griten los vivas que hay que gritar y lancen los cohetes y fuegos artificiales que por segundo colorearan la noche para el deleite y el disfrute.

El telepromter le dicta los nombres de los héroes patrios a recordar. Moreno Valle no sonrié, arenga y grita vivas. Abajo la muchedumbre responde, aunque las voces se hinchan cuando al final Moreno Valle lanza vivas al estado, entonces si los pechos se inflaman de aire y la voz resuena.

Entonces sí, pasado el acto protocolario un menor de alrededor de 10 años pregunta a su madre, una de las mujeres que se identifica con un impermeable azul marino que le dieron al llegar a Analco como a varios cientos más: “¿a qué horas empiezan los cohetes?”

Y como si esperaran la pregunta, a sus espaldas suena los primeros tronidos. Y el cielo de pinta de colores, pero el niño de la pregunta no los puede ver, los árboles del zócalo tapan la visión y la masa impide que se pueda acercar a la zona de la fuente en donde la visibilidad es mejor.

–Tres horas de espera –reprocha el infante a la madre–, y ni siquiera se pueden ver.

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