23-11-2024 08:00:29 AM

Gobierno, colapsado

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Sin embargo, la primera crisis real de la actual administración puso en jaque a la columna vertebral del gabinete, a las dependencias prioritarias del gobierno estatal y a partir de ahora ya nada podrá ser igual.

Quienes las encabezan mostraron su verdadero tamaño, lo que realmente son y el saldo no puede ser peor:

Un procurador a quien nadie le cree, un secretario de seguridad pública que deja en evidencia su talante represor y un encargado de la gobernabilidad que se ha convertido en una figura de tira cómica.

La confianza se ha perdido y es fundamental para la legitimidad del estado democrático.

Mire por qué:

De entrada, la Secretaría General de Gobierno no cumple con las funciones establecidas en su ámbito de competencia.

Causante principal del conflicto debido a su cerrazón a dialogar con los inconformes, la jefatura de gabinete naufragó en un monumental mar de incompetencia.

La primera rueda de prensa para explicar los hechos fue devastadora para el inexplicablemente todavía secretario Maldonado.

Sus famosas piedras de gran calibre pasarán a la historia y lo acompañarán de por vida como un lastre imposible de quitar.

La ineptitud para detectar un potencial conflicto mayúsculo lo puso en evidencia como una nulidad en la utilización de toda la parafernalia que componen la mal llamada inteligencia estatal.

El espionaje, para el que se gastan cientos de millones de pesos del erario, sólo es efectivo para espiar a colaboradores cercanos y a “enemigos del estado”.

Y lo peor: más allá de lo anecdótico, aseguró que los participantes en la manifestación de Chalchihuapan eran todos criminales infiltrados que intentaban desestabilizar el estado.

Lo anterior le abre la puerta a verdaderos grupos criminales que podrían tomar como rehén a un gobierno cuya incapacidad para la operación política efectiva es alarmante.

Después de la muerte del menor José Luis Tehuatlie Tamayo a manos de policías, no es difícil que las marchas de protesta y las manifestaciones pudieran multiplicarse, poniendo ahora sí en riesgo la estabilidad y la paz social del estado.

Igual de mal le fue a Facundo Rosas.

Autor intelectual de un rosario de mentiras que formaron parte de la versión oficial de los hechos, el ex funcionario federal quedó en evidencia no solo como represor, sino poco efectivo para manejar una secretaría como la de Seguridad Pública.

Al principio juró por todos los santos que los policías eran las víctimas de los hechos y que no habían iniciado las hostilidades.

Videos que circularon en redes sociales y que fueron retomados por portales de noticias revelaron la verdad: policías dispararon primero utilizando cilindros y granadas de gas lacrimógeno.

Además, quedó en evidencia la violación sistemática de los protocolos reconocidos internacionalmente para el uso de armas de fuerza no letal.

En el audio publicado por Somos Noticias a través del periodista Fernando Maldonado, queda claro que la orden dada desde el principio por la Subsecretaria Ofelia Flores Ramos fue la de disparar contra los manifestantes a pesar de que, de acuerdo con uno de los uniformados que participaron en el operativo, “ya estaban tranquilos” y “querían negociar” su retiro sin violencia.

La cereza del pastel fue la aparición del policía Mario Tomás González Ricaño en un video en cuya obsesiva difusión el gobierno del estado se gastó millones de pesos.

El aparato propagandístico oficial, público y privado, lo mostró como un héroe herido, víctima de “peligrosos criminales”.

La inteligencia estatal falló otra vez y no detectó que González Ricaño había sido detenido en el 2011 y exhibido ante los medios por el procurador Carrancá como miembro de una red dedicada a la prostitución de menores y la trata de personas.

En este contexto, ¿cómo creer ahora en la limpieza de las corporaciones policiacas?

¿Cómo confiar en quienes en teoría, están para cuidarnos?

Lo de Víctor Carrancá es lamentable.

Una Procuraduría que acomoda sus investigaciones a la versión oficial y a partir de ahí deslinda responsabilidades legales.

La mentira como eje principal en el proceso judicial que pretende llegar al fondo de los hechos.

Muy confiable ¿no?

El jurista, quien ha hecho pedazos el prestigio del apellido que lleva, ha tenido que modificar varias veces su discurso.

Primero, la causa de la muerte fue el cohetón y sí había pólvora en la piel de José Luis.

Luego, que mejor no.

Después, que siempre sí, pero que la habían lavado con agua y jabón.

Al final: no hubo pólvora, pero sí cohetón, pero que no impactó directamente, pero que sí generó una onda expansiva capaz de perforar el cráneo del menor.

Guau.

Los deslices no pararon ahí.

Primero se mostró una fotografía con José Luis como parte del grupo de manifestantes y se le criminalizó por portar una manta de protesta.

Luego que no, que en el momento en el que fue lesionado estaba junto a una construcción y campo de cultivo, ajeno al enfrentamiento.

¿Entonces?

¿Fotomontaje?

Con la descarada manipulación oficial de elementos de prueba ya nada es imposible.

Y el colmo.

En medios locales y nacionales el procurador no descartó que el niño hubiera sido asesinado intencionalmente por los manifestantes para “tener su muertito”.

Apenas hace un par de días y por la presión directa de la Segob federal, la misma PGJE promovió un incidente de libertad contra los detenidos, precisamente en los delitos que se refieren, entre otros, a las lesiones dolosas y tentativa de homicidio calificado.

¿Y entonces?

Otra mentira más.

A partir de ahora, que ha resultado evidente la “seriedad” y “el profesionalismo” de la Procuraduría, será imposible confiar ya en el sistema de procuración de justicia.

Ha quedado claro que es, simplemente, una fábrica de culpables a modo y un método infalible para ajustar cuentas con los enemigos o críticos del actual régimen.

Después de este larguísimo contexto, ¿cómo gobernar?

La parte medular del ejercicio de gobierno colapsó y los relevos en términos no solo de nombres, sino de prácticas, actitudes y aptitudes, se vuelven urgentes para rescatar un mínimo de credibilidad en la recta final del sexenio.

¿Quién dice yo?

A falta de un grupo político lo suficientemente vasto y con incondicionales que fueron enrocados con criterios netamente electorales, será necesario algo más que la lámpara de Diógenes para encontrar a quienes le entren al toro y puedan con el paquete.

latempestad

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