Control total, absoluto.
Lo anterior no es producto de la casualidad y mucho menos de errores de estrategia o de operación.
Al contrario.
Se trata de un asunto absolutamente intencional y que aunque suene contradictorio, va de la mano con la mejora de imagen y la potencial rentabilidad electoral.
Si bien estos hechos han desatado el contundente rechazo y la más absoluta indignación de sectores progresistas, inclusive a nivel nacional, existen otros más que los aplauden y empatan con conceptos como orden, paz social y gobernabilidad.
Estos, sobra decirlo, por su capacidad económica e influencia política, tienen un mayor peso específico al momento de definir elecciones.
Y esto es fundamental para el famoso proyecto presidencial.
No le extrañe que, a pesar de que el gobernador y sus operadores dedican hasta 20 horas diarias al trabajo político y es evidente que van un paso delante de sus opositores y adversarios, exista alguna empresa internacional especialista en análisis de prospectiva vendiendo sus servicios al grupo político en el poder.
Rumores sobre esto se manejan desde el inicio del sexenio.
Inclusive, desde ese entonces, 3 nombres han salido a relucir: Rand, Kroll y Cubic.
Todas ellas famosas en la política mundial e involucradas en importantes procesos como la integración de Alemania tras la caída del muro de Berlín y la creación de las repúblicas soviéticas tras la desaparición de la URSS.
Tal vez por ello han sido prácticamente inexistentes las crisis de gobierno, a pesar de hechos como los sucedidos la semana pasada en la autopista Atlixco y el municipio de Tehuacán.
Y es que, no es difícil que estos estrategas primermundistas hayan detectado que en México existe la percepción de que los actuales gobiernos, en sus diferentes niveles, son por decir lo menos “débiles” y en algunos casos hasta rehenes de protestas sociales con reivindicaciones distintas.
El actuar de Miguel Mancera durante las eternas protestas de la CNTE en el DF son un ejemplo de cómo puede irse a pique la popularidad de un gobernante cuando sus gobernados perciben laxitud y pusilanimidad.
No se olvide que, con todo y los bochornosos hechos de Atenco, Enrique Peña Nieto llegó a ser presidente de la República.
Quizá por eso, el gobierno de Puebla ha hecho todo lo posible por mostrar su cara más dura.
Sus principales figuras, lejos de cuidar las formas, han hecho apología del control que ejercen sobre poderes en teoría independientes, niveles de gobierno supuestamente autónomos e instituciones que tendrían que estar ajenas a su ámbito de influencia.
La sumisión ha sido descarada.
La imposición de leyes que incrementan el poder y control del ejecutivo como la Ley Bala, la de expropiaciones, la que regulará los verificentros y muchísimas más, han servido en los hechos para reforzar esa imagen que intencionalmente se quiere presentar a la opinión pública.
Las constantes mediciones de imagen y popularidad del ejecutivo estatal, muestran con contundencia que la represión y el autoritarismo son aspectos que buena parte de la sociedad “aprecia” de un líder político y que están muy lejos todavía de convertirse en obstáculos reales para aquel sueño de eternizarse en el poder.
Luego por qué dicen que tenemos los gobiernos que nos merecemos.
