Así como lo lee.
Hernández Quintana fue uno de los villanos favoritos de la administración de Rafael Moreno Valle.
Cómo olvidar la persecución desatada en su contra, una vez que se hicieron públicas sus descaradas corruptelas.
La Procuraduría de Justicia del Estado, en octubre de 2011, acusó al ex funcionario de haber sustraído información importante de las cuentas públicas de Mario Marín, a través de la “desaparición” de 400 cajas con documentos relativos a la administración anterior.
Según los morenovallistas, los comprometedores papeles habían sido “robados” de las bodegas del ORFISE y trasladados a un recinto clandestino ubicado en la comunidad de San Lorenzo Almecatla, en el municipio de Cuautlancingo.
Es más, el primer día de noviembre de ese mismo año, el juez octavo de lo penal en Puebla dictó auto de formal prisión contra el ex titular del Órgano de Fiscalización Superior del Estado por delitos cometidos en agravio del gobierno de Tlatlauquitepec.
De acuerdo con la demanda 242/2011, interpuesta por Porfirio Loaeza, Hernández Quintana ofreció los servicios de su despacho particular de contaduría a la comuna, para solventar las cuentas públicas de los ejercicios 2006 y 2007.
El contrato le fue rescindido y Hernández Quintana decidió demandar al municipio por “incumplimiento”.
El conflicto laboral continuó, incluso cuando Hernández Quintana asumió el cargo de auditor general del Orfise en 2007, lo cual supone un conflicto de intereses, ya que no hubo desistimiento del proceso legal y entre sus responsabilidades estaría revisar y dictaminar las cuentas públicas de esa administración municipal.
Hoy, todo eso parece haber quedado en el olvido.
El hijo del marinista puro y cómplice del ex gobernador en la aprobación de su cuentas públicas, vive en el paraíso morenovallista en un cargo estratégico para la potencial realización de jugosos negocios personales.
Increíble.
¿Quién lo habrá puesto ahí?
¿A quién le deberá el cargo?
¿Qué importante e influyente figura del actual gobierno de podría beneficiar por tenerlo ahí?
Y es que, mientras en los primeros tres años del gobierno de Rafael Moreno Valle se despidieron a cerca de 6 mil burócratas, etiquetados como marinistas, los descendientes de la élite del ex gobernador no solo gozan de cabal salud política, sino que ejercen cargos públicos de gran influencia en la administración actual.
Si no me cree, pregúntele a Gustavo Fernández Cortes, otro marinista de cepa privilegiado por el morenovallismo.
¿Qué opinarán quienes se quedaron sin chamba de esta monumental incongruencia?
