La juventud es, por definición, una etapa de retos, rebeldía y experimentación. La adrenalina corre con cada nueva experiencia y en muchas de éstas se involucran sustancias que alteran el sistema nervioso central, desde drogas legales como el alcohol hasta ilegales como la marihuana o el éxtasis. El riesgo de contraer el virus que causa el sida se incrementa cuando la persona no está en pleno control de sus sentidos, pues la noción de autocuidado se diluye y la vulnerabilidad se incrementa.
Al hablar de drogas y VIH por lo general se piensa únicamente en los usuarios de drogas inyectables; sin embargo, cualquier persona que consuma alguna sustancia psicoactiva puede enfrentar los riesgos que esto implica: riñas, accidentes, trastornos de salud y relaciones sexuales sin protección que pueden derivar en embarazos no planeados o infecciones de transmisión sexual.
Amnesia voluntaria
Mauricio no recuerda lo que sucedió. Al despertar esa mañana se dio cuenta con asombro de que sólo llevaba puesta su camiseta; su pantalón estaba por ahí, en algún rincón de la habitación, lo mismo que su calzoncillo. Al levantarse del colchón y caminar hacia las prendas para recogerlas y vestirse, Mauricio fue detenido por un intenso dolor en el ano. Se palpó con el temor de encontrar sangre pero nada, sólo dolor. Entonces le surgieron muchas dudas, ante las cuales tenía muy pocas respuestas. Una punzante sospecha comenzó a atormentarlo: alguien había tenido relaciones sexuales con él.
Una droga es una sustancia química que altera el funcionamiento del organismo, pero hay algunas que afectan particularmente al sistema nervioso central, las cuales son llamadas drogas psicoactivas. A este grupo pertenecen tanto sustancias legales –el alcohol, por ejemplo– como de consumo ilícito –heroína, ácidos lisérgicos (LSD) o metanfetaminas, por mencionar algunas.
Aunque no todas las drogas psicoactivas causan el mismo efecto, pues unas deprimen, otras estimulan y algunas distorsionan la realidad, la mayoría sí modifica el estado de consciencia debido a que llegan a los lóbulos frontales del cerebro, donde radica lo que se conoce como “juicio”, es decir, la zona encargada de discernir si algo es correcto o no.
Esta inhibición deja a los usuarios de drogas en una situación de vulnerabilidad, pues llegan a tomar decisiones que no tomarían en sus cinco sentidos, o en algunos casos, pierden el conocimiento y quedan expuestos a múltiples riesgos.
Patricia Uribe Zúñiga, directora del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/sida (Censida), dijo a Letra S que una persona bajo los efectos de cualquier tipo de droga tiene más probabilidades de adquirir VIH que otra que no ingiere estas sustancias.
Si bien la funcionaria reconoció que los usuarios de drogas inyectables están más expuestos al virus –por la vía sexual y por el uso compartido de jeringas –advirtió que no se debe minimizar la vulnerabilidad de otras personas al consumir cualquier tipo de droga, particularmente si se trata de jóvenes.
El riesgo de ser joven
Mauricio tiene 23 años. Antes de perder el conocimiento, recuerda que todo era divertido. A la fiesta que él y sus compañeros de departamento habían organizado llegó mucha gente. Por la noche el lugar estaba repleto, por la mañana sólo quedaban los amigos más cercanos. Mauricio tuvo que recurrir a uno de ellos para reconstruir los hechos; entonces su temor fue corroborado: había pasado la noche con un hombre al que apenas conocía y con el que nunca se habría relacionado en su sano juicio.
Según datos de la Encuesta Nacional de Adicciones 2011 (ENA), las personas de 18 a 34 años de edad son quienes más drogas consumen en el país, lo que revela que los jóvenes son los principales usuarios de sustancias psicoactivas en México. En este grupo etario, las drogas ilegales que más se consumen son la marihuana, la cocaína, los alucinógenos y los solventes inhalables.
Carlos Zamudio, antropólogo del Colectivo por una Política Integral hacia las Drogas (Cupihd), explicó que si los jóvenes ingieren estas sustancias, a pesar de los peligros que puede implicar, es debido a que consideran que correr riesgos es parte de su identidad como jóvenes.
“En general son más arriesgados que cualquier otro grupo de edad, y si a esto le sumamos que se trata de una de las poblaciones con más actividad sexual, resulta que para ellos tener relaciones sexuales sin protección es un riesgo más de ser joven”.
Al respecto, Zamudio se refirió a la Primera Encuesta de Usuarios de Drogas Ilegales en la Ciudad de México, un trabajo de investigación realizado por el Cupihd el año pasado, y en el cual 6 de cada 10 jóvenes declararon haber tenido relaciones sexuales sin protección bajo el efecto de alguna droga.
Gustavo Castillo Ramírez, director del área de Tratamiento y Rehabilitación en el Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones en la Ciudad de México (IAPA), considera que los jóvenes consumen drogas particularmente por dos razones: para sentirse bien –lo cual es síntoma de una patología, por ejemplo, depresión– y para sentirse mejor, esto es, para poder socializar.
De acuerdo con el funcionario del IAPA, este último caso se da sobre todo en fiestas, centros nocturnos o cualquier otro contexto donde se combina la música y el baile, ambientes en los que muchos jóvenes se desenvuelven con frecuencia y donde utilizan las drogas, sobre todo el alcohol, como un “lubricante social”.
Una cultura fermentada
Mauricio no pudo resistir la duda. Algunos días después de aquella experiencia sexual no registrada en su memoria, decidió encarar al hombre con el que supuestamente se había relacionado. Escuchó por fin los detalles más íntimos del encuentro, y el desenlace de la historia fue lo que menos le agradó: no usaron condón. A un mes de lo que llama “su descuido”, Mauricio todavía se lamenta por la manera en que esa noche se le pasó la mano con las cervezas, los tequilas y los vodkas.
De acuerdo con las cifras de la ENA 2011, el consumo de drogas ilegales en México se ha incrementado, aunque no de manera abrupta, sino paulatinamente. Sin embargo, ninguna droga es más consumida en el país que el alcohol, una sustancia que al estar legalizada, y por lo tanto al alcance de cualquiera, implica más riesgos en su consumo que incluso las drogas ilícitas.
Patricia Uribe, titular del Censida, considera que, debido al fácil acceso que tienen los jóvenes a las bebidas alcohólicas, es más frecuente que se pongan en riesgo al estar bajo los influjos de esta droga que de otras sustancias ilegales. “Los jóvenes se matan en accidentes automovilísticos por manejar en estado de ebriedad, esa es la primera causa de muerte en este grupo de población, no es el VIH”.
Los mismos resultados de la ENA 2011 dan cuenta de que el alcohol es la droga de inicio de la mayoría de los mexicanos y la que más lleva a solicitar tratamiento de rehabilitación.
Uribe Zúñiga asegura que este problema se complica todavía más debido a que social y culturalmente se promueve el consumo de alcohol, en particular entre los hombres, quienes son presionados por los amigos y los medios de comunicación para emborracharse, pues el que no toma es visto como rarito, débil y aburrido. “Es más, la única oportunidad que se le da al hombre de expresar sus sentimientos en nuestra cultura es estando borracho”, menciona la titular del Censida.
Gustavo Castillo coincide en que, por ser drogas permitidas, el alcohol y el tabaco hacen más daño que cualquier otra sustancia ilegal, pues las consecuencias físicas de estas drogas no se ven de inmediato, pero sí cuando el usuario ya está en una edad madura y tiene gastritis, cirrosis o cáncer de estómago, padecimientos provocados por el alcohol; o infartos al miocardio y enfisema pulmonar, originados por el tabaco.
Además de estas complicaciones de salud, el funcionario del IAPA no pasa por alto que el abuso de alcohol, como muchas otras drogas psicoactivas, inhibe el sistema nervioso central, lo que afecta la capacidad para tomar decisiones y lleva a comportamientos sexuales de riesgo.
Encuentros sexuales sin protección, consensuados o forzados; intercambio de sexo por drogas o dinero, así como embarazos no planeados, son algunas de las prácticas arriesgadas en las que puede incurrir una persona al ingerir alguna droga.
Virginidad psicoactiva
La problemática del uso de drogas psicoactivas como un factor de riesgo para adquirir alguna infección de transmisión sexual como el VIH, es un tema que genera múltiples opiniones encontradas.
Por un lado, hay quien considera que los esfuerzos sociales y gubernamentales deben estar encaminados a la prevención de las adicciones, de tal manera que las personas, y particularmente los jóvenes, nunca lleguen a probar alguna droga. Gustavo Castillo, del IAPA, defiende esta postura de “cero tolerancia”, pues señala que avalar el uso de drogas “es tanto como permitir que la gente se ponga una pistola en la sien y esperar a que en cualquier momento se dispare”.
Para el funcionario, las drogas siempre han existido y siempre van a estar ahí, por lo que su sugerencia va encaminada a los padres y madres de familia, pues ellos son quienes pueden educar a los jóvenes para que conozcan los efectos de las drogas y cuando se las ofrezcan sepan decir “no”.
En contraparte, el antropólogo Carlos Zamudio, del Cupihd, rechaza la prohibición del consumo de drogas para evitar adicciones, o bien, de las relaciones sexuales para evitar nuevas infecciones de transmisión sexual. “Lo anterior es indeseable, el consumo de drogas no es el problema en sí, los verdaderos problemas de salud pública son el abuso y la dependencia, ahí es donde se debe trabajar”, señala.
Patricia Uribe, directora del Censida, reconoció que no se puede evitar que los jóvenes prueben una droga alguna vez en su vida, pero lo que sí se puede, dijo, es hacer que tengan la información, desde la escuela y desde la casa, para que una vez enterados de las consecuencias del abuso de las drogas, tomen su propia decisión. “Hay que darles la información primero, y después, la oportunidad y la confianza para que ellos decidan”.
Resaca de tres meses
Incertidumbre. Es lo que siente Mauricio desde aquella mañana en que despertó semidesnudo en su habitación. Por su mente cruzan diversas posibilidades. Está preocupado. “¿Y si tengo VIH?”, no puede evitar cuestionarse y construir escenarios de todo tipo. La gente que lo estima le dice que no se adelante a los hechos. Mauricio sabe que debe esperar, por lo menos, dos meses más para hacerse una prueba de detección y salir de dudas… Mientras tanto, dice estar viviendo la resaca más larga que le ha dejado una borrachera.
*Publicado en el número 200 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 7 de marzo de 2013.