Las demás estaban cansadas de ella y, en una plática que tuvieron, llegaron a la conclusión de que, cuando ella empezara con sus palabrotas, todas se pararían de la mesa y la dejarían sola.
En una ocasión estaban platicando sobre la guerra y sus consecuencias una dijo:
-Si yo pudiera, mandaría un camión lleno de alimentos para toda la gente pobre-.
Otra dijo:
-Si yo pudiera mandaría un camión lleno de medicinas para los enfermos-.
Y, dice la monjita majadera:
-Si yo pudiera mandaría un camión lleno de putas para los soldados-.
De repente se paran las monjas y se dirigen a la puerta y la monjita grosera les dice:
-¡Espérense pendejas, todavía ni contrato el camión!-