Pasando de la felicidad, al enojo y posteriormente a las lágrimas, Blanca Alcalá Ruiz rindió su tercer y último informe de labores en el que aseguró que deja un municipio con tranquilidad social, orden político y con un ambiente de paz. La funcionaria capitalina, aprovechó el escenario para lanzar un mensaje directo al priismo al que invitó a superar la derrota electoral y hacer un buen trabajo desde la oposición.
Vulnerable felicidad
Alcalá Ruiz, la primera mujer que encabezó la presidencia del municipio de Puebla, llegó a las 11:00 horas vistiendo un traje sastre blanco y con la sonrisa de quien sabe que es su momento para ser aplaudida y celebrada. Hizo su triunfal entrada al Centro de Convenciones Wiliam O. Jenkins, sede de su tercer informe de labores, saludando a las autoridades que asistieron al protocolo, mientras caminaba entre vecinos de diversas colonias meticulosamente seleccionados para lanzarle porras de agradecimiento.
La pasarela se mostró idónea incluso para las pequeñas vendettas contra aquellos que durante sus tres años de gobierno la hicieron menos. El caso más específico, el de Mario Marín Torres, ex gobernador de Puebla, a quien la munícipe saludó de manera fría con un forzado beso en la mejilla al tiempo que el llamado “góber precioso”, le sonrió como nunca lo hizo cuando ambos eran autoridades.
Lejos quedó el recuerdo del segundo informe de trabajo de la alcaldesa, cuando Marín Torres hizo uso de la palabra para señalar los logros que él tuvo en la ciudad sin importarle que la fiesta fuera de alguien más. Ahora fue el turno de Alcalá para mostrarse sutil y displicente al abrazar a otros personajes de la política y tomarse fotos con ellos justo frente a Marín Torres, quien esperaba recibir un poco más de atención de aquella a quien de manera pública señaló como “una gran mujer” y que en lo privado bloqueó el camino para evitar que fuera la candidata del PRI al gobierno del estado.
La diplomacia salvó a Marín de recibir un reproche público pues a pesar de que en su speach original Alcalá no lo contemplaba, al final en su mensaje agradeció al otrora mandatario con un tono de compromiso.
La algarabía siguió en medio de una ola de aplausos, la edil inició la sesión de Cabildo en la que habló de los logros de su trienio declarando un receso a las 11:23 para que una comisión recibiera a las autoridades estatales y judiciales.
El blanco enojo
¡Ya llegó Moreno Valle! Expresaron algunos de los presentes… pero al final no fue así. Como representante del Poder Ejecutivo, arribó Fernando Manzanilla Prieto, secretario de Gobernación.
El rostro de Alcalá se transformó, frunció el seño por varios minutos, manteniéndolo incluso al iniciar su discurso.
Su clásico gesto “cándido”, en esta ocasión fue adusto; no logró ocultar su enfado ante el aparente desplante del nuevo gobernador, quien no llegó al último gran evento de la alcaldesa. De nada sirvió que por primera vez en el trienio cumpliera la palabra inscrita en el slogan con el que arrancó su gobierno de tener una “Capital a Tiempo”, al llegar a la hora exacta para rendir su último informe de labores.
Poco a poco, la munícipe recordó que ella era el centro de atención y comenzó a enfocarse en su ensayado discurso en el que habló de lo que hizo y se olvidó de lo que prometió, y al final, no realizó.
No tardó en llegar el discurso feminista cuando refirió enfática: “pertenezco a una generación de mujeres que en medio de dificultades, en ocasiones de machismos soterrados, de autoritarismos precarios, vamos haciendo camino al andar, ocupando los espacios y los lugares que por derecho propio nos corresponden”.
Aseguró que hizo todo lo posible para cumplir con los compromisos contraídos cuando fue candidata al gobierno municipal. “Espero, y lo digo con plena conciencia, haber cumplido esos compromisos. Dejo una ciudad con tranquilidad social, orden político y con un ambiente de paz. Entrego un municipio gobernable, instituciones sólidas y un clima propicio para el ejercicio de las libertades democráticas”, espetó.
En cuanto a su desempeño, dijo que ofreció una visión realista y responsable al establecer programas y proyectos “viables” que dieron certidumbre económica, solvencia social, sustentabilidad en el desarrollo urbano y efectividad gubernamental.
En los últimos minutos del discurso, las porras de los “acarreados” crecieron entre frase y frase de la edil. Un “sí se pudo” entre la gente, la motivó a secundar la frase al asegurar que en temas como el de seguridad se logró dejar una ciudad más protegida.
El mensaje político
El momento era propicio para el mensaje político, pero su contenido tomó por sorpresa a propios y a extraños. Y es que no lo aprovechó para retar al nuevo gobierno, sino para pedir a su partido, el PRI, madurez para saber ser oposición.
“A mis correligionarios priistas, les sugiero con el debido respeto tener sensibilidad para escuchar el silencio de la derrota y aceptarla con dignidad, de una vez por todas, porque sin dignidad la derrota es opaca, busca refugio en las engañosas justificaciones”, acotó.
Señaló que se debe hacer de la derrota un triunfo de la política y dejar de mirar el pasado con resentimiento, pues sólo divide, debilita y oprime la esperanza.
Manifestó que la derrota enseña a reconocerse en el vencedor y a entender que no hay victoria absoluta ni derrota total, pues en una democracia ni siempre se gana, ni siempre se gana todo.
El llanto
“Comienza siempre llorando y así llorando se acaba”, frase de una canción que al final del informe parecía idónea en el adiós de la alcaldesa.
Al igual que al tomar protesta, Alcalá Ruiz lloró.
No lo hizo como José López Portillo, al asegurar que defendería el peso como un perro.
No lo hizo como Marín, quien derramó su llanto al grito de ¡Viva Puebla!
No lo hizo al hablar de la pobreza, de las obras inconclusas o de la situación en la que se encuentra la ciudadanía.
Alcalá lloró al referirse a sus hijos, a quienes señaló con voz entrecortada y lágrimas en los ojos: “hijos, mi madre me enseñó- y confió en que yo se los haya trasmitido- que el éxito no depende ni de la fama, ni de las relaciones públicas, sino del trabajo arduo, disciplina y congruencia”, y secó sus lágrimas.
El mensaje para muchos causó una sonrisa irónica, pues la edil pareció olvidar el respaldo que brindó a su futuro yerno Edgar Chumacero para mantenerlo en la función pública sin mayor justificación, luego de que perdiera las elecciones para ocupar una diputación.
Alcalá añadió un mensaje para su esposo: “Eduardo, tu comprensión ha sido la fortaleza en mis determinaciones”.
Del trabajo realizado no tuvo mucho que decir en concreto, sólo aseguró que se gobernó de manera distinta, priorizando el diálogo sobre el uso de la fuerza pública, y que logró cumplir en los cinco ejes trazados en su Plan Municipal de Desarrollo (Desarrollo Social Incluyente, Desarrollo Económico, Turismo y Competitividad, Desarrollo Urbano Sustentable y Servicios Públicos, Ciudad Segura y Gobernanza, Innovación y Transparencia).
Enfatizó como logros la mejora del equipamiento en los cuerpos policiacos, las obras hechas en el centro histórico, la reubicación de ambulantes, el otorgamiento de créditos y apoyos a pequeños empresarios y mujeres; la aplicación de programas sociales para dar más oportunidades en educación y salud, la construcción del mercado gastronómico, el rescate del Parque de Chapulco, los trabajos en el Paseo Bravo y algunas vialidades y puentes vehiculares como el de la 14 sur y la 39 oriente.
Aún cuando le restan días para terminar el trienio, Alcalá adelantó su mensaje de partida anunciando que seguirá trabajando por Puebla desde la trinchera ciudadana. “Desde la moderación y la sensatez de una política profesional, desde el compromiso social estaré actuando todos los días en favor de Puebla. Lo haré para ocuparme de la angustia de aquellos que no encuentran empleo. De la incertidumbre de quienes temen perderlo. De quienes luchan en la adversidad para mantener vivas sus pequeñas empresas”, dijo.
“Sólo le faltó decir que quiere el Senado”, se escuchó entre las voces anónimas del tumulto que poco a poco comenzó a dispersarse.