Nos puso a los poblanos en el mapa. Se hizo famoso, no como quería –por obras o resultados- sino por la penosa situación del ya famoso ‘héroe de esa película, papá’.
Y surgió el ‘Gober Precioso’, como el referente obligado de toda la república para señalar la corrupción, la presunción, las influencias…. Lo que percibe la sociedad como lo asqueroso del poder.
De esta percepción, nadie lo salvó. Ni el más excelente mercadólogo, ni el mejor comunicador, ni el tiempo, que casi siempre lo cura todo.
Y la gente recordó. Impresionantemente, en un país que todo lo olvida, se guardó esa imagen de ‘te mando dos’ en el imaginario colectivo, y se cobró factura en las urnas.
Ahora, al buscar su nombre en internet, es imposible que no esté ligado al de la periodista Lidya Cacho, al enriquecimiento ilícito o a la pederastia.
Sin pruebas, pero con la condena social, su futuro político si bien no ha muerto, se vio duramente mermado en cuestión de los objetivos que quería alcanzar.
Pero ¿cómo queda Puebla ante su salida?
¿Cómo se mueve ahora un estado que movía él y sólo él, hasta las entrañas?
En la clase político-empresarial, sin duda es la deliciosa hora del cobro de facturas de quienes no fueron presuntuosos, de quienes mantuvieron los pies en la tierra, de quienes no insultaron y de quienes se mantuvieron tibios, inertes, esperando, siendo diplomáticos… doble cara.
Los fieles, difuntos.
Y los empresarios, callados.
¿Quién será el valiente que le eche bronca?
¿Quién será el que nada deba, que claramente nada tema?
¿Quién o quiénes serán los pocos que no hayan sido ‘tocados’ por Marín, como para ser libres de buscarle los pies?
¿Seguirán las promesas fallidas de llevarlo ante la justicia, como la que hiciera en campaña el Presidente Felipe Calderón?
La Biblia dice que quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Aquí, de los que desean quemar vivo al gobernador saliente… quien esté libre de Marín, que difunda la primera prueba.