-Ajá, sí, a huevo. Eso dicen todos los que llegan, eso lo tienes que demostrar-.
-¿Qué desea que haga?- le dice Bond.
-Mira, déjame aquí en la puerta una identificación y pásale a buscar a Adán, si lo traes, quiere decir que en realidad eres James Bond-.
Pasan unos minutos y llega con Adán de la mano.
-Bueno, aquí tiene a Adán-.
-¿Cómo lo encontraste entre tantos?- le pregunta el santo varón.
-Muy fácil- contesta el espía británico- Sólo busqué al que no tiene ombligo y era él-.
San Pedro frunce el ceño y le dice -Tienes razón, fue muy sencillo, por lo cual no cuenta-
Entonces San Pedro pone un parche a todo mundo en el ombligo, y le dice a Bond que no se los puede quitar, mete a Adán al cielo de nuevo y lo revuelve como ficha de dominó, y lo manda de nuevo a buscarlo.
A los pocos minutos llega Bond con Adán.
-Aquí está de nuevo-.
Y San Pedro, con el rostro serio, le dice: -No mames, cabrón, ¿Cómo le hiciste? –
-Fue muy sencillo, busqué a quien le faltaba una costilla, y ese solamente es Adán-.
-Carajo- dice San Pedro- Fue muy sencillo, es más, no cuenta-
Entonces San Pedro convierte en momias a todos los habitantes del Cielo incluyendo a Adán, y los mete en un cuarto en el que sólo se podían ver siluetas por la falta de luz.
Entra Bond a buscarlo, se cierra la puerta del cuarto y se comienza a escuchar un reverendo desmadre.
Sale James Bond ensangrentado y madreado en todo el cuerpo, pero con Adán a un lado.
-Aquí está Adán de nuevo, ¿Ahora sí puedo pasar?-
Y San Pedro, visiblemente enojado, contesta: Carajo, ya ni pedo, pásale, el cielo es tuyo, sólo dime, ¿Cómo le hiciste para encontrarlo?-
Y James Bond, jalando aire, le dice:
-Muy fácil, entré al cuarto y le dije a todo mundo: ‘Vayan y chinguen a su madre’, el único que no brincó a madrearme fue él-