Pues ahí andaba el General Pancho Villa con su tropa como de cincuenta revolucionarios, cabalgando hechos la raya, con una polvadera tan grande que sólo se veía él hasta adelante; cuando, de pronto y sin ningún aviso….. Que se detiene intempestivamente.
Y grita a voz en cuello
– ¡Teniente Sánchez!
– ¡Sí, mi General, dígame!
– Oiga, ¿No trai d’esa cremita de cacao pa’ los labios?. Es que los tengo muy resecos.
– Mmmm, déjeme buscar… Pos’ no mi General ya no tengo!
– Uhh que la chingada!
Villa se baja del caballo y se va para la parte posterior del animal, le agarra la cola, la levanta y le planta tremendo besote en el asterisco del animal.
Ante el asombro del teniente Sánchez y de los demás, éste le pregunta:
– Oiga, mi General, fíjese que no me sabía ese pinche remedio.
Usté sí que es un chingón, mi general?. Oiga, mi General, y qué ¿con eso ya se le quita lo reseco de los labios?
Y el General Villa contesta:
– Pos no cabrón… Pero al menos ya no me los chupo.