22-11-2024 11:11:56 PM

Reprobada III

Con un gesto dominante Héctor me tomó del cabello y me bajó del escritorio, y contra los débiles forcejeos de mi parte, me empinó agresivamente contra la superficie de madera y puso mis manos en mi espalda, sujetándomelas sólo con una mano.

“¡Ay!” Me quejé débilmente ante tan rudo trato, pero antes de que pudiera decir algo sentí la gruesa cabeza de su verga frotándose entre mis nalgas y contra mi coño, y la sensación fue tan salvaje y animal que me quedé quietecita gimiendo en expectación.

“Ya, quieta, deje de pelear.” Dijo Héctor dándome una poderosa nalgada, y en ese momento su gruesa verga presionó y comenzó a abrirse paso entre mis apretados labios vaginales, llenando mí intimidad centímetro a centímetro, e instintivamente apreté mis nalgas hasta que sus bolas chocaron descaradamente contra mi clítoris.

Oh Dios, me la metió hasta el fondo.

Con un delicioso gruñidito de impotencia me retorcí contra la mesa, pataleando débilmente al notar que Héctor se frotaba suavemente contra mis nalgas, preparando mi cuerpo para ser embestido sin piedad, hasta que de repente sentí como la mano de mi Profesor me cubría la boca. “Calladita, Claudia, no quiero que nadie la oiga cuando la esté montando.”

Oír eso fue increíblemente perverso, sentí como me mojaba aún más, si esto era acaso posible, y un sugerente gemido se me escapó. No sabía como había llegado a esto, pero me había convertido en una hembra sometida por un hombre de la forma más sucia, salvaje y primitiva, y en respuesta a eso paré un poco más las nalgas y contuve la respiración, esperando lo peor?.

O lo mejor.

Y todo comenzó brutalmente, sin miramientos. Héctor me jaló el cabello agresivamente y me enterró su verga con brutalidad, arrancándome un gemido, y en menos de un segundo su cuerpo volvió a impactarme, y de nuevo? una vez más? y más, hasta que sus furiosas embestidas alcanzaron un ritmo frenético y el sonido de mis nalgas rebotando contra sus caderas sonaba por toda el aula.

¡Slap, slap, slap, slap, slap!

“¡Ahhh? ahhhhh? ahhhhh? Siiiii, ahhh!” Me mordí los labios con desesperación ante tan cruel castigo, ignorando por completo aquello de “No quiero que la oigan”, sintiendo como el escritorio debajo de mi se agitaba violentamente con cada embestida.

“¡Ufff, ufff!” Gruñía Héctor como si estuviera corriendo un maratón, sudando copiosamente sobre mi espalda, y de repente me dio una tremenda nalgada que casi me hace llorar. “¡Muévase como la puta que es!”

“¡Ay!” Me quejé tiernamente mientras comenzaba a mover mis caderas en círculos, levantando las nalgas con ansiedad en cada embestida, como si pidieran mas, y apretando mis músculos vaginales lo mas que podía.

De repente Héctor se inclinó sobre mi espalda y sin dejar de montarme me dijo imperativamente al oído: “Claudia, ábrase las nalgas con las manos y ofrézcame su ano.”

“P-profesor, yo no? – Respondí tímidamente, sin saber qué hacer ? Nunca me han?”

“¿Nunca la han culeado? Pues siempre hay una primera vez. Obedezca.”

El color se me subió al rostro mientras mi corazón latía como si se me fuera a salir del cuerpo, con mil sentimientos alternándose entre la humillación y la excitación, hasta que con un gesto sumiso agarré mis nalgas y las abrí lo más que pude, de par en par, dejando mi apretado y pequeño orificio abierto y completamente vulnerable.

Héctor no perdió el tiempo y comenzó a frotar la gruesa cabeza de su miembro contra mi ano, ensanchándolo con firmes movimientos concéntricos, pero aunque su verga estaba literalmente empapada en mis jugos, pensó que por ser mi primera vez necesitaría mas lubricación, por lo que me introdujo un dedo en la boca y lo mojó con mi propia saliva, después lo dirigió a mi ano y me lo metió profundamente, dando pequeños giros en mi interior para dilatarlo, hasta que después de varios segundos de preparación…

Colocó la gruesa cabeza morada contra mi ano y con un firme empujón comenzó a metérmela por el culo, centímetro a centímetro, ensanchándomelo de tal forma que nunca lo hubiera creído posible.

“¡Ay! Oh Dios, -Abrí los ojos de par en par, boquiabierta. -S-se esta… metiendo, oh Dios, oh Dios.”

Y las sensaciones eran rarísimas, pero excitantes, sintiendo como ese grueso tronco venoso se abría paso entre mis nalgas, dolor mezclado con placer, multiplicado por un imparable avance que me llenaba las entrañas por completo, volviéndose casi insoportable.

Hasta que con un firme empujón su miembro quedó completamente adentro de mi cuerpo.

“¡Ah!” Me quedé completamente inmóvil, disfrutando esa nueva sensación, sintiendo la dureza de su verga en mi interior con cada respiración.

“¡Wow, Claudia! ?Me dijo Héctor al oído ?Su culo me aprieta durísimo, casi? casi no me puedo mover. ¡Que rica está!”

Gemí y pataleé con un gesto inocente, e inmediatamente Héctor se dejó caer sobre mi espalda y envolvió mi cabeza entre sus fuertes brazos, como un macho que aprisiona a su indefensa hembra para someterla, y entonces comenzó a sodomizarme con poderosas embestidas, profanando mi ano sin piedad mientras el escritorio debajo de mi volvía a sacudirse violentamente.

Slap, slap, slap, slap, slap.

Pero yo estaba en éxtasis, fascinada al sentir el pesado cuerpo de Héctor frotándose de atrás para adelante contra mi espalda en un ardiente mar de sudor, e instintivamente levanté más mi trasero para que la penetración fuera aun mas profunda. “¡Ahh? mmmm? sii, mmmmm?!”

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