Ya no es un asunto de osteoporosis política; es decir, de falta de hueso.
Es simplemente que el poder resulta insaciable.
Nada los llena.
Siempre quieren más.
¿Ejemplos?
Juan Carlos Lastiri.
Apenas en septiembre pasado tomó posesión de la diputación federal.
Lo hicieron coordinador de la fracción parlamentaria poblana.
En campaña, se comprometió a cumplir desde la Cámara de Diputados con la defensa de la economía familiar.
Pero, ¿qué cree usted?
Pues como chita. Agarró su liana y saltó a otra posición.
Regresó a Puebla para convertirse en el secretario de Desarrollo Social.
Sí, en lugar de Javier López Zavala, quien se irá a la campaña del PRI a la gubernatura.
Sin embargo, vale puntualizar, este fenómeno no sólo es privativo de los priístas.
Hay dos ejemplos más:
Rafael Moreno Valle Rosas.
El aspirante a la gubernatura fue electo diputado federal del PRI. No terminó porque optó por regresar a Puebla como legislador local del mismo partido.
Tampoco concluyó su gestión, porque se fue al PAN y ahí se convirtió en Senador de la República.
Acaba de solicitar licencia para irse en busca de la candidatura a la gubernatura. ¿Si gana, terminará su administración?, es pregunta.
El otro caso es Pablito Rodríguez Regordosa.
También llegó en septiembre a la Cámara de Diputados, claro por la vía plurinominal.
Hace unas semanas anunció que quiere repetir en la candidatura del PAN a la presidencia municipal de Puebla.
Además, fue designado coordinador de la campaña morenovallista como si no tuviera la responsabilidad de legislar.
¿Qué les pasa?
Simple: no tienen llenadera
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