Nosotros no podíamos aguantar más tiempo quietos, así que decidimos pasar al ataque. El joven se pasó al lado de Yolanda y yo le sustituí a él en su sitio, de tal manera que cada uno quedó junto a la mujer del otro.
Según permanecía con los ojos cerrados la joven, disfrutando de los dedos de Yolanda, yo me aproximé a una de sus tetas y comencé a lamerle uno de sus pezones, muy puntiagudos en esos momentos. Yolanda, al verme, hizo lo mismo con el otro pezón. De vez en cuando, los dejábamos de lamer para besarnos y, a continuación, volvíamos a imitarnos el uno al otro con lo que hacíamos con nuestra lengua y el pezón de la chica.
Mientras, el joven, aprovechando que se encontraba Yolanda de espaldas a él, la bajó las bragas y la metía su lengua por el agujerito de su culo, mientras introducía varios dedos por su vagina.
Me baje casi al suelo del cine, me coloqué entre las piernas de la joven y la quité sus braguitas, así comencé a masturbarla con mi lengua hasta que dijo que ya no podía aguantar más.
Fue entonces cuando los chicos nos sentamos en dos butacas y las pedimos a ellas que se sentaran sobre nosotros. Las follamos durante unos minutos, no muchos, la verdad, pues todos estábamos a punto de acabar tras tanto juego.
Tanto Yolanda como la otra chica nos pidieron que, por si acaso, no nos corriéramos dentro de ellas. Así que los dos nos pusimos en pie y cada una de ellas al chico de la otra, empezaron a hacernos una mamada tan deliciosa que les llenó rápidamente de leche sus bocas.
Ellas luego nos reconocieron que nunca habían tenido tantos orgasmos seguidos.
Así que decidimos repetir en pocos días otra aventura, pero para esa elegiríamos algún otro lugar, eso sí, siempre repleto de morbo.