Leer el sms y ponerme en camino, era todo un dilema, porque conocía tus “desayunamos”. Significaban que después de un café con prisas y comentar cosas intranscendentes nos dábamos la mano y nos metíamos en tu cama, deprisa, con ganas, para “desayunarnos” mutuamente, con lascivia, con morbo.
Ropa tirada por el suelo, botas volcadas, puertas abiertas y los dos comiéndonos con ganas en posturas inconexas, lamiendo y chupando como si fuera la ultima oportunidad de disfrutarnos, cogiéndonos del pelo y haciéndonos mirar el uno al otro al enorme espejo de tu armario donde se reflejaba nuestra piel húmeda por el sudor, las sábanas arrugadas, tu humedad incontrolada y mi saliva acumulada en la boca. Mordiendo, besando, abriéndote de par en par esperando que entrara en ti con un golpe seco, horadadote, partiéndote en dos. Y pasaba. Me chupabas, te lamía, me cabalgabas, te enculaba….y cuándo te sentías satisfecha, entonces y solo entonces, empezaba tu juego.
Tu remate.
Bajabas por mi cuerpo poco a poco, tu pelo rizado acariciando mi pecho y haciéndome sufrir, hasta la barra de hierro incandescente en que se había convertido mi sexo.
Y me lamías poco a poco, engullías, jugabas, te recreabas como si tuvieras el caramelo de fresa más sabroso del mundo en tu boca mientras yo miraba como sucumbía ante ese poder en el enorme espejo.
Y me vencías invariablemente.
Y derramaba entre gritos en tu boca, en tu garganta, ese semen que reclamabas desde hace rato: tu recompensa. Y te insultaba:”hijadeputa!”, entre suspiros, casi sin respiración mientras tu terminabas de saborear hasta la última gota de mi semen.
Y levantabas la cabeza, me sonreías y me preguntabas: “Que ha pasado aquí?”.
Y yo estallaba en carcajadas abrazándote y entrelazando las piernas contigo.
Y hoy recibo, después de mucho tiempo sin saber de ti, otro sms:
– “He comprado una cama nueva. Desayunamos y la probamos?”
Ahora hablas mas, te expresas mejor….pero con el mismo fin. Lo sabes y yo lo sé.
Voy a por las llaves del coche.