PRIMERA DE TRES PARTES
Ante el relevo de dirigencias en el Partido Acción Nacional, vale la pena reflexionar: la Derecha en Puebla cultivó por medio siglo un impresionante capital político que en los últimos años ha sido irresponsablemente dilapidado.
Con tesón y paciencia se fueron penetrando las más variadas instancias de poder. Inicialmente colegios particulares y sus asociaciones de padres de familia, ligas deportivas, scouts y liderazgos sociales en barrios y colonias.
Más adelante, las sociedades de alumnos de algunas facultades de la entonces única universidad en Puebla, la UAP, así como su Consejo Universitario. Fue un enorme logro que militantes orgánicos fueran directores de facultad.
Desde la universidad se pudo presionar a un gobierno jacobino y autoritario, lo que permitió además la simpatía y apoyo de prominentes miembros de la Jerarquía Católica y de líderes de la iniciativa privada.
Con el tiempo se influía ya en organismos empresariales, clubes de servicio, asociaciones de colonos, se fundaron sindicatos que dirigía la propia Organización y se controlaba a la Junta de Mejoramiento, que llegó a ser clara competencia de las autoridades en cuanto a gestión de obra pública y política social.
Los medios de comunicación locales eran influidos y en algunos casos dirigidos por militantes orgánicos, cuando también miembros de la Organización presidían algunas cámaras empresariales.
Se fundó la UPAEP con un amplio respaldo de la comunidad, de la IP y de los profesionistas, quienes en gran número la hicieron posible impartiendo cátedra sin cobrar por ello.
Surgieron la Cívica Femenina y DHIAC, se penetró al PAN, se impulsaron candidaturas que arrollaron al PRI y exhibieron sus fraudes, se articularon los liderazgos sociales y generó la esperanza de un Cambio.
Se llegó a dirigir claramente al sector privado local y a influir determinantemente en el nacional, y los gobernadores vieron claramente que para gobernar requerían de la interlocución con la Organización.
Quienes eran postulados candidatos por el PAN, sabían que no ganarían nada y que si arriesgaban mucho. Participar en política como opositores tenía riesgos que pocos asumían pero muchos respaldaban.
Se tenía una amplia base social, un impresionante capital político generado por la colaboración de miles de personas que no esperaban otra cosa que un mejor futuro para México.
Al ir replegando al régimen, se fueron abriendo espacios en la política, y el partido fue obteniendo crecientes flujos de dinero, inicialmente manejados por personas bien intencionadas, forjadas en la lucha y con ambición de cambios para el país.
En ese momento es cuando se lograron los mejores resultados, pues coincidió con el hastío de la gente hacia el gobierno, con el agotamiento, desprestigio y división de una clase gobernante 100% priista, con el liderazgo de Juan Pablo II y el colapso del socialismo real.
El capital político acumulado, que hasta ese momento no había dado rendimientos líquidos, comenzó a derramar beneficios que deslumbraron a esa gente buena y bien intencionada que no supo como manejar aquello que de pronto tenía en las manos.
Entonces llegaron los cortesanos rapaces que sedujeron a aquellas buenas personas convenciéndolas de que todos los demás eran malos y que sólo a ellos correspondía administrar esa riqueza.
Los líderes sociales, los dirigentes empresariales, quienes daban todo a cambio de nada, buscaron un empleo en la burocracia, vivir del erario.
Pero para poder ser plurinominales el mayor número de veces posible, había que impedir que hubiera muchos aspirantes. Con ello, el PAN en Puebla se cerró a la gente y quienes le manejaron entonces, se repartieron el botín.
Así, el capital político lejos de incrementarse ha ido disminuyendo a tal nivel que quienes lo dilapidaron han dejado de ser jefes de la Organización y perdieron toda autoridad moral, al grado que las decisiones orgánicas de los últimos meses dejan ver una profunda erosión en la Derecha poblana.