Lo anunció con bombo y platillo, rápido, tal vez demasiado rápido.
A pocos días de abandonar su responsabilidad como diputado federal, Francisco Fraile fue presa de sus propios demonios y en un intento casi desesperado de venderle a la opinión pública que su vida política no está en su ocaso, anunció a los medios de comunicación su inminente llegada a la delegación poblana del Instituto Mexicano del Seguro Social.
“El pastor”, como pomposamente se hace llamar al interior del PAN, cometió entonces uno de los errores más importantes de toda su carrera.
Como un auténtico novato se dejó llevar por la prisa, el ansia o tal vez la emoción de haber amarrado, por lo menos en lo que resta del sexenio, el seguir viviendo del presupuesto, lo que al final tuvo consecuencias fatales para sus aspiraciones.
Y es que, como era lógico, las declaraciones del panista no le cayeron nada bien al actual delegado, Francisco Javier Bermúdez Almada, quien de inmediato comenzó a operar en consecuencia.
Gracias a la prisa y a la torpeza operativa de Fraile, tuvo todo el tiempo del mundo para hacerlo.
Y vaya que le salió bien.
Conocedor de la lógica interna con la que se mueven las diferentes estructuras al interior del IMSS y entendiendo, después de décadas de estar ahí, cuáles son los intereses de los distintos grupos de poder que ahí coexisten, Bermúdez Almada fue capaz de revertir un escenario que en papel parecía completamente adverso para él.
Primero se movió con el sindicato, factor importantísimo de “gobernabilidad” en el instituto.
Sabiendo del sesgo priista con el que se mueve la representación laboral, el delgado expuso los riesgos de que un panista “de cepa” llegara a la delegación del IMSS para convertirla en un bastión del blanquiazul de cara a una elección local importantísima para los intereses del Revolucionario Institucional y del gobernador Marín en lo particular.
El escenario no pudo ser mejor para el líder sindical Reyes Hernández Rosas, quien aprovechó la coyuntura para amarrar compromisos con el delegado, en términos no sólo de mejorar las condiciones actuales de los trabajadores, sino de apoyos futuros para perfilar un proyecto político personal.
Paralelamente a la queja que como delegado hizo llegar personalmente Javier Bermúdez al director nacional del Seguro, Daniel Karam, por no haberse seguido las formas mínimas de la cortesía política en su supuesto relevo, Reyes Hernández se puso en contacto con Valdemar Gutiérrez Fragoso, quien si bien es hoy es diputado federal plurinominal por el PAN, es sabido que en su corazón late fuerte el sentimiento priista, para apoyar incondicionalmente el boicot a Fraile.
Ambos vendieron una imagen de potencial riesgo de desestabilización en el instituto si se confirmaba la llegada del panista, lo que obligó a las oficinas centrales a replantearse el asunto.
Sobra decir que el papel del gobernador Marín en esta coyuntura no fue de mero espectador.
Desde el inicio se mostró interesado en el tema y no escatimó nada de lo que estuviera a su alcance para evitar que Paco amarrara la nominación.
Ni hablar.
La paradoja mayor en esta historia es que, efectivamente, antes del arrebato declarativo, Fraile tenía ya en sus manos la delegación del Instituto.
Un factor clave de lo anterior fueron los buenos oficios de Rafael Moreno Valle y la influencia clara que tiene Elba Esther Gordillo en el Seguro Social.
El amarre contaba inclusive ya con el palomeo del presidente Calderón.
Todos los ingredientes listos para cocinar el futuro político inmediato de Fraile.
Sin embargo, ninguno de los involucrados contaba con la torpeza que al final mostró “El Pastor” a quien habría por cierto que cambiarle el mote, claro, para evitar que alguno de los miembros de su rebaño caiga en la tentación de repetir historias como la anterior.
Años no significan necesariamente capacidad de operación y efectividad en la política.
¿Habrá aprendido la lección?
Una más, por cierto.
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