Dicen sus íntimos que anda ausente, pensativo, cabizbajo y meditabundo.
Que se nota que vive en un constante y profundo desasosiego, producto de un dilema interno que no lo deja en paz.
Buscar la gubernatura del estado o iniciar un proceso de cirugía mayor al interior del panismo nacional, con la finalidad de arrebatarlo del dominio del grupo que hoy controla el presidente Calderón.
Los astros de la política no se alinean de la mejor manera para Humberto Aguilar, quien tendrá que decidir, mucho antes de lo previsto, qué es lo que hará en el futuro inmediato con su vida política.
La decisión de Germán Martínez de abandonar definitivamente la dirigencia nacional del blanquiazul y la determinación de obligatoriedad para que el próximo jerarca panista se mantenga por lo menos un año ocho meses en el cargo, aunado a la decisión de la Corte de adelantar los comicios poblanos para el mes de julio de 2010, ponen al famoso Tigre en una encrucijada en la que ningún político quisiera estar.
Y es que aquí, de plano, se juega el todo por el todo; no hay plan B.
Lo peor del caso es que en cualquiera de estos escenarios, sus probabilidades de éxito se ven francamente reducidas.
A pesar del constante cabildeo que el poblano ha tenido con personajes importantes del panismo nacional como Diego Fernández de Ceballos o el propio Manuel Espino, quienes en público y en privado aseguran que es necesario que el control del partido lo retomen los verdaderos panistas, lo cierto es que suponer que el presidente Calderón les va a entregar nuevamente el PAN, por el simple hecho de haber tenido un desempeño electoral desafortunado en el pasado proceso electoral, sin un pacto de por medio que pudiera resulta de interés para el grupo gobernante, es subestimar la capacidad de acción y operación de quien se impuso a sus propios compañeros de partido para ganarles el proceso interno para designar al candidato a la presidencia.
Claro que habrá negociación con El Yunque, pero no con un representante del grupo de Santiago
Creel, contendiente interno de Calderón y principal obstáculo del hoy presidente en el proceso interno.
En este contexto, perfiles como el de César Nava o el de Héctor Larios, serían mucho más adecuados para lograr una negociación efectiva.
En el caso de la gubernatura, el famoso Tigre la tiene todavía más complicada.
Suponiendo, sin conceder, que Aguilar Coronado sea efectivamente la ficha que jueguen los panistas tradicionales para contrarrestar la posible candidatura de Rafael Moreno Valle, se las puede ver negras para conformar una campaña que pudiera resultar potencialmente ganadora.
De entrada, la actual dirigencia estatal le ha abierto las puertas del partido a la estructura personal del ex priísta, esa que en una elección no operará de manera institucional para el PAN, sino que responde y responderá sólo a los intereses particulares de Moreno Valle.
Además, una candidatura de Aguilar Coronado cancelaría contundentemente la posibilidad de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas, lo que condenaría a la derecha poblana a contender sin alianzas en la elección local.
Sobra decir que el propio gobierno federal no lo vería con buenos ojos y escatimaría cualquier tipo de apoyo para su causa.
Esto, ante el escenario de que se concrete la candidatura de Javier López Zavala, el delfín marinista que sin duda tendrá a su favor toda la fuerza electoral de las instancias estatales, volvería casi imposible un triunfo del poblano.
De amarrar la nominación, Aguilar Coronado se convertiría en el típico candidato para “perder la elección, pero ganar el partido”, una fórmula que sólo la ha generado al PAN auténticos ridículos electorales.
Habrá que esperar.
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