No pudimos mantener esa posición por mucho tiempo, nuestras piernas temblaban y ella, finalmente, se dejó caer sobre la cama y yo hice lo mismo a su lado. Extenuados y sudorosos nos mantuvimos inmóviles por unos minutos. Finalmente, pude abrir mis ojos y lo primero que vi fue su mirada alegre y satisfecha que me miraba fijamente.
-¿Sabes que te amo? – Me dijo – no quiero perderme un segundo más tus caricias y tus besos!
No pude responder, aún los vestigios del placer recorrían mi cuerpo.
Tomo mi cara con sus dos manos y me besó alegremente.
-¡Te amo! – repitió y abrazo mi cabeza contra su pecho.
! No sabía qué responder! Karina se había ido transformando frente a mis ojos, de la niña delgada e ingenua que conocí hasta esta bellísima y apasionada mujer que me ofrecía su vida a cambio de nada. Estaba completamente trastornado. Ahora que la pasión que enturbiaba mi raciocinio iba cediendo, la complejidad de mi situación se me hacia cada vez mas aterradora.
-¿Qué sentía yo por Karina? – me pregunte mentalmente y decidí ser brutalmente honesto conmigo mismo
-¿La amaba o solo me excitaba su pasión y su hermoso cuerpo? – De lo que yo estaba completamente seguro, era que yo amaba mi esposa y no había motivo alguno para pensar en cambiar esa situación.
-¿Cómo se comportará de ahora en adelante con su hermana? – pensé aterrorizado – ¿Sería capaz de hacer algo que afectara mi matrimonio?
– ¿Que pasa? ¿Estás preocupado? – me preguntó mientras pasaba su mano, cariñosamente por mi mejilla
Me sorprendí al escuchar su voz, estaba tan abstraído en mis pensamientos que no me había percatado que ella se había acercado a mí. Parece que la lucha que mantenía en mi interior se reflejó en mi rostro porque su mirada reflejaba preocupación.
-¿Tienes miedo?
No pude responder, la voz de mi esposa llamándome interrumpió el silencio de la noche y la adrenalina del momento me hizo reaccionar casi instantáneamente.
Por suerte, mi cuarto quedaba al final del corto pasillo y a un lado del de Karina y el baño quedaba exactamente frente a su puerta, por lo que mi reacción inconsciente fue la de correr directamente hacia él y fingir que estaba duchándome o algo así. Ella salió detrás de mí y cerró suavemente la puerta de su cuarto.
Con espanto recordé que había dejado mi ropa en el cuarto de Karina y al darme vuelta para regresar a buscarla, sentí un vendaval de objetos volando contra mí. Solo atiné a ver su puerta nuevamente cerrándose y toda mi ropa regada en el piso del baño. Apenas había cerrado la puerta, cuando sentí la de mi cuarto abrirse y escuché la voz somnolienta de mi esposa que decía:
-¡Papi, me traes un poco de agua por favor!