23-04-2024 05:07:12 AM

Karina VI

El mundo a su alrededor había desaparecido, noté como las ventanas de su nariz se abrían en busca de más aire y finalmente cerró los ojos y recostó su cuerpo sobre el respaldo del sofá. La observaba extasiado mientras acariciaba mi pene duro y erecto.

De pronto y sin decir nada, se levantó y se dirigió rápidamente hacia el baño. Era tanto su apuro, que no se percató de que la puerta no había cerrado completamente detrás de ella. Al darme cuenta de este detalle, me levanté y la seguí y pude ver, a través de la abertura de la misma, como abría su deshabillé, se quitaba sus pantys, se acomodaba con las piernas abiertas en la taza y comenzaba a masturbarse con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Se masturbaba con desesperación, sus dedos se movían frenéticos, levantaba sus piernas para que su clítoris resaltara más, gemía, sollozaba, su mano libre acariciaba su seno, pellizcaba su pezón erguido.

No pude soportar más, bajé la bragueta de mi pantalón, saqué mi pene y comencé a masturbarme también, seguía hipnotizado el movimiento de su mano y escuchaba sus gemidos de placer, la abertura no era muy ancha, así que empuje suavemente la puerta para verla mejor y disfrutar del regalo inesperado que ella le daba a mis ojos. De pronto, ella abrió sus ojos y me vio, había asombro en su mirada pero después pude ver lujuria. Sus ojos se clavaron en los míos y siguió masturbándose. Como era de esperarse perdí el poco control que aun tenía sobre mí y me dirigí hacia ella.

Ella observaba mis movimientos, me miraba como suplicándome que hiciera algo. Llegué hasta ella y me arrodillé. Tomé su mano para que detuviera su movimiento frenético y usando sus propios dedos separe sus labios lo suficiente para que me dejara ver su clítoris erguido y rojo. Me acerqué y lo besé. Primero suavemente, pero era tanta su pasión que tomó mi cabeza y la presionó contra ella fuertemente. La chupé con fruición, movía mi lengua de forma circular alrededor de su clítoris, lo chupaba como un caramelo, movía mi lengua de abajo hacia arriba en la parte inferior de aquel capullo hinchado que parecía que iba a explotar de satisfacción. Cada una de mis caricias la hacía estremecerse y le arrancaban gemidos de placer incontrolables que debía de apagar con mi mano sobre su boca.

Chupaba sus labios, la penetraba con mi lengua juguetona, llegaba hasta su ano y volvía hacia arriba, ella se revolcaba gimiendo de placer. Observaba como reaccionaba a cada una de mis caricias. Movía mi cabeza de arriba hacia abajo, apretando mis labios para que sintiera en todo su sexo su presión, el movimiento de sus caderas se hacía cada vez más rápido y me dispuse a disfrutar de su orgasmo. No demoro mucho, su cuerpo se contrajo en un espasmo brusco, temblaba toda, sus manos crispadas sobre mi cabeza evitaban que pudiera salirme y sus piernas me enlazaban en un abrazo casi mortal. Un grito salvaje y ahogado salió de su boca.

Al fin logre separarme de ella y disfrutar de su clímax, gemía y retorcía sus manos entre sus piernas, sus contracciones eran cada vez más lentas hasta que finalmente cesaron del todo. Su cuerpo extenuado con sus brazos descansando sobre sus muslos desnudos, su cabeza ladeada apoyada contra la pared, sus labios entreabiertos y su respiración agitada eran la imagen ideal de un orgasmo universal.

Al fin logró abrir sus ojos y mirándome fijamente, me dijo:

-¡No sabes las veces que he soñado con este momento! -y arqueando su espalda recostó su cabeza contra mi hombro.

-¿Que había soñado hacer el amor conmigo desde antes? -me decía eufóricamente sorprendido. No podía creer que ella me deseaba tanto como yo a ella.

Haciendo un gran esfuerzo y algo recuperada, tomó mi mano y me dijo:

–Ven, vamos para mi cuarto, aún ardo de deseo de tenerte dentro mí –y me dio un beso largo y profundo.

Regresando a la realidad, se preocupó por la posibilidad de que su hermana se despertara y no nos encontrara en la sala.

-Creo que sería mejor si acostaras a Karla en su cama y después pasaras a mi cuarto -me dijo, y entonces caí en cuenta del tremendo riesgo que habíamos corrido si ella se hubiera despertado.

Rápidamente, me dispuse a hacer lo que me pedía cuando me detuvo tomándome de la mano, me miró y me dijo:

–Ve, pero no te demores por favor –ni corto ni perezoso tomé con mucho cuidado a mi esposa y la llevé para nuestra habitación y una vez que estuve seguro que estaba bien acomodada y dormida, salí velozmente hacia el cuarto de Karina.

Ahí estaba ella, esperándome acostada en su cama. Se había cubierto nuevamente con su corto deshabillé, que solo dejaba entrever su figura sensual dejando lo demás a mi imaginación. Había algo distinto en ella, emanaba un halo de sensualidad que nunca había percibido, ya no me parecía la muchachita de antes sino que ahora la veía como toda una hermosa mujer que esperaba ansiosa florecer en mis brazos.

Me senté a su lado y la besé, la besé como siempre quise hacerlo, con calma, saboreando sus labios, su lengua, mientras acariciaba sus cabellos sedosos.

-¿Cómo llegamos a esto Karina? – le pregunté, cuando logré sepárame de ella.

-No se –me respondió, pero hace mucho tiempo que lo deseaba, quería estar contigo desde que estábamos en Cuba.

-¿Tanto? –Pregunté sorprendido

-¿Recuerdas que cuando entré a la Universidad me alejé de ustedes?

-Sí –le respondí –y tanto a tu hermana como a mí, nos molestó muchísimo tu actitud.

-Lo sé – dijo con tristeza – pero fue lo único que se me ocurrió para alejarme de ti, no quería disputarle el amor de su vida a mi hermanita querida y decidí alejarme por su bien y por el de todos.

-Sin embargo, la vida siempre se las cobra y como dice el refrán “tanto nadar para morir en la orilla”. Finalmente, sucedió lo que tanto habías evitado – le dije sonriendo con tristeza y pensando en el tiempo que habíamos desperdiciado

-Por eso fue que me casé con Roberto, apliqué aquello de que “un clavo saca a otro” y pensé que él me ayudaría a olvidarte.

-No sabes lo furioso que me puse cuando me enteré, pero ¿que pasó con él? Solo sé que un día no regresó del trabajo y no lo he vuelto a ver más!

-Mejor di por qué él me dejó –dijo con una sonrisa triste.

–Fue lo más estúpido del mundo. Una tarde que teníamos relaciones, sin saber cómo, cuando estaba viniéndome grité tu nombre.

-¿Qué? – dije sorprendido – ¿Hiciste qué? ¿Tú hiciste eso? – mi asombro era completo. Ingenuamente pregunté – ¿Que le dijiste? ¿Pudiste justificarte?

-La primera vez sí, pero ya a la segunda fue imposible, se molestó tanto que se fue – me contesto riendo.

-Hasta yo hubiera hecho lo mismo si me hubiera pasado a mí – le dije – ¡Tú estás loca chiquilla! – riendo la abracé y le hice cosquillas en su costados.

Ella se rió y quede impactado, sus ojos brillaban con una mirada picara y sensual que nunca antes había notado, me miró y tras un breve silencio me dijo con voz baja:

-¿Quieres que te sea totalmente honesta?

-Dime – dije intrigado.

– Cuando tenía relaciones con él, solo podía tener un orgasmo cuando pensaba que eras tú quien me estaba haciendo el amor, por eso grité tu nombre.

 

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