19-04-2024 07:40:37 PM

Karina II

SEGUNDA  PARTE

Los siguientes días pasaron sin darme cuenta, todo era nuevo para nosotros, entre los trámites de legalizar nuestra situación migratoria, buscar trabajo, aprender a manejar y recibir las visitas de amigos, de los amigos de los amigos, de los familiares de los amigos de los amigos, apenas nos quedaba tiempo para pensar.

 

Así pasaron los primeros meses. El marido de mi cuñada, trató de conseguirme trabajo en la factoría donde trabajaba, pero yo no quería un trabajo que tuviera horario de madrugada y por suerte para mí, no había plazas disponibles en ese momento. Seguí buscando, hasta que al fin, encontré empleo en un almacén con un horario regular y por ello me convertí en el “hombre de la casa”, porque el esposo de mi cuñada se pasaba las mañanas y parte de las tardes durmiendo, mientras que todos nosotros estábamos trabajando y cuando llegábamos alrededor de las 6 de la tarde a la casa, ella apenas tenía tiempo de darle un beso de despedida y yo era quien tenía que ocuparme de mantener la casa.

 

En una ocasión, mi esposa y yo habíamos llegado del trabajo y estábamos sentados en el sofá descansando un poco antes de irnos a duchar, mientras que Roberto, el esposo de mi cuñada, estaba en su cuarto preparándose para irse a trabajar.

 

Karina había llegado algo mas temprano de lo acostumbrado y después de saludarnos, entró a su cuarto apurada, al poco rato escuchamos unos sonidos bajos y rítmicos que no precisábamos de donde venían. Mi esposa, se levantó, tratando de localizar la fuente de dicho sonido y llegó a la puerta del cuarto de su hermana, sonrío y me hizo una seña indicándome de donde provenía el extraño repicar: era el rechinar de la cama y de gemidos ahogados.

 

Mi mujer regreso al sofá tratando de callar la risa y nos miramos sorprendidos de que Karina fuera capaz de hacer eso, pero los gemidos de placer de la hermana hicieron excitar a mi mujer quien comenzó a sobarme el pene por encima del pantalón, quien, ni tonto ni perezoso respondió inmediatamente.

 

Mi esposa me echó hacia atrás y empezó a besarme, se notaba que aquella nueva situación la calentaba muchísimo y sin pensarlo dos veces baje mi bragueta y me saqué el miembro. Miró nerviosamente hacia la puerta del cuarto de su hermana, miró mi miembro y sin esperar más comenzó a chuparlo con una lujuria poco conocida en ella. Lo que más nos excitaba, era el pensar que en cualquier momento pudiera abrirse la puerta del cuarto y nos descubrieran; para mí, la sola idea de pensar que “ella” pudiera verme así me excitaba aun más.

 

Karla había ido a trabajar con una falda larga que le llegaba a media pantorrilla, por lo que sin pensarlo dos veces, la tomé y la hice subirse encima de mí. Ella, miró otra vez nerviosa hacia la puerta del cuarto pero los gemidos y rechines que salían de allí se hacían cada vez más fuertes y se dio cuenta de que teníamos tiempo suficiente.

 

Se remangó la falda y se monto sobre mí, con una mano movió la tira de su panty a un lado y tomo mi pene con la otra, acarició su clítoris erguido con el glande de mi pene lo que le arrancó ahogados quejidos de placer. Sin esperarlo, hizo un movimiento rápido y como estaba completamente húmeda, mi pene entro rápido y hasta el fondo.

 

Era tanta su excitación, que comenzó a moverse frenéticamente frotando sensualmente sus caderas contra mí, mientras trataba de controlar sus gemidos de placer. Nunca antes la había visto así y me agrado el cambio.

 

Seguíamos escuchando los gemidos del cuarto mientras que, involuntariamente, vino a mi mente la imagen de estar haciéndole el amor a las dos y que esos quejidos del cuarto eran conmigo. Mi mujer seguía moviéndose frenéticamente encima de mí cuando de pronto, escuché que de la garganta de mi cuñada salía un grito ahogado pero claramente audible.

 

-¡Sigue papi! ¡Sigue! ¡No pares! ¡Sigue coño, que me estoy viniendo!

 

Aquello fue como una señal que provocó que mi mujer tuviera un orgasmo tan intenso, que tuve que taparle la boca para evitar que nos escucharan, en el mismo momento en que yo derramaba toda mi leche dentro de ella. Nos convulsionábamos atrapados en un abrazo fuerte y sin final hasta que nuestros cuerpos quedaron exhaustos.

 

Ella estaba encima de mí, tratando de recuperar la respiración, cuando sentimos movimientos en la puerta del cuarto. Karla, saltó como un resorte y se colocó rápidamente a mi lado, pero en su apuro, derramó parte de mi leche sobre mi pantalón y tuve que tomar una de los cojines del sofá para ponerlo sobre mí y ocultar lo que había pasado. Hicimos como si estuviéramos viendo normalmente la TV, y apenas habíamos hecho esto, Roberto pasó corriendo frente a nosotros balbuceando algunas palabras de despedida.

 

Karina demoró unos segundos en salir, vestía un deshabillé azul, que le llegaba apenas a las rodillas y que cerraba al frente con una cinta del mismo color. Éste, apenas le cerraba delante y dejaba ver la mitad de su hermoso muslo. Su mirada, mostró sorpresa, al vernos sentados en la sala.

 

-¿Ustedes han estado ahí todo el tiempo? – preguntó incrédula.

 

-¡Ajá! –respondimos los dos a la vez, nos miramos pícaramente y nos echamos a reír.

 

Ella se recostó en el marco de la puerta y con una mano puesta en su cara se reía apenada, se veía feliz de lo que había pasado.

 

Nuestras vidas tomaron el ritmo estable de la monotonía, salpicada de vez en cuando por algunas situaciones excitantes pero sin más consecuencias. Habíamos desarrollado una especie de complicidad íntima, donde compartíamos, sin palabras, nuestros encuentros sexuales secretos.

 

Nosotros disfrutábamos de sus pocos encuentros vespertinos con su esposo y suponíamos que ella sabía de los nuestros porque en las noches nunca hicimos nada para acallar nuestras voces de placer. Aquel juego nos excitaba a Karla y a mi y nos servia para tener un sexo continuo e intenso.

 

El comedor era diminuto y nos sentábamos a comer los tres en una mesita pequeña, que apenas tenía espacio para acomodarnos. No soy un tipo de 6 pies, pero no soy bajito, así que pasaba bastante trabajo para acomodar mis piernas debajo de la mesa. Todos los días, nos divertíamos tratando de ser los primeros en sentarnos para coger el asiento más cómodo.

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