La agresión cobarde que sufrió la señora Edith Lara Buitrago de De Greiff a plena luz del día y al interior de la zona residencial de la Universidad de Las Américas, debe de indignarnos al límite, pero no sorprendernos.
Se trata de una acción más de una auténtica mafia que por años ha controlado la seguridad al interior de la institución y que opera bajo la misa lógica que los grupos delincuenciales.
Así como lo lee.
El tema no es nuevo, ha estado ahí desde hace años, pero no ha cambiado tampoco con la llegada de Luis Ernesto Derbez a la rectoría.
Auténticos delincuentes como Alejandro Araujo Domínguez, este “valiente profesional de la seguridad” que demostró su hombría al propinarle una brutal golpiza a una mujer indefensa de 70 años, esposa de un profesor emérito de la institución, se han insertado en los cuerpos de seguridad de la universidad como un auténtico cáncer maligno que nadie se atreve a extirpar.
Lejos de intentar apoyar a la señora agredida, los compañeros del orangután en cuestión hicieron lo posible por protegerlo, porque saliera impune del delito que acababa de cometer y en el colmo de lo absurdo se atrevieron a sugerir que la mujer golpeada había sido la victimaria y no la víctima en esta historia.
Mintieron una y mil veces para desorientar a la familia que exigía la información pertinente para levantar la denuncia correspondiente.
Se negaron sistemáticamente a dar el nombre del elemento, que en el colmo de lo absurdo vive al interior de la zona residencial, a pesar de contar con un directorio de residentes del lugar.
Complicidad, simple y llana complicidad.
La institución ha querido enjuagar su conciencia con un monumental absurdo: despedir a quien fungía como responsable de la seguridad al momento de la agresión, Daniel De Anda Guillén, y dejar en su puesto a quien ha permitido desde hace años el deterioro sistemático de los cuerpos de seguridad de la UDLA, Samuel Kim.
Este hombre, ejemplo de corrupción, abuso e incompetencia, hace algunos años subsecretario de Seguridad Pública en el gobierno del estado de México y muy cercano a la familia Jenkins, ha salido impune del zafarrancho y su nombre permanece limpio e inmaculado a pesar del escándalo.
Kim ha protagonizado varios de los hechos más bochornosos que se han vivido al interior del campus.
Se trata del cerebro detrás de la estrategia utilizada por varios rectores de secuestrar a personal académico y administrativo que resultaba incómodo para sus intereses para obligarlos a firmar renuncias en blanco.
Eran detenidos en los estacionamientos de la universidad, conducidos a la fuerza a sus oficinas, en donde pasaban varias horas encerrados contra su voluntad soportando amenazas, abusos y vejaciones hasta que por fin accedían a signar los documentos correspondientes.
Muy civilizado, muy profesional.
Kim también ideó y operó el autoritario desalojo del “peligrosísimo” equipo editorial del periódico estudiantil La Catarina, quienes cometieron el gravísimo delito de atreverse a pensar y a cuestionar las decisiones que se tomaban en su universidad.
Por si fuera poco, este personaje encabezó la represión en contra de estudiantes y padres de familia que se manifestaron en contra de la estúpida decisión del entonces rector interino Arturo Langdon Lagarrigue de suspender las becas departamentales, único medio mediante el cual cientos de estudiantes podían terminar sus estudios profesionales.
Fueron desalojados con lujo de violencia y grabados con cámaras de video para posteriormente tomar represalias.
¿Cómo la ve?
¿Le extraña entonces que, en este contexto, sucedan aberraciones tan grandes como la golpiza propinada a la señora DeGreiff?
Para nada, es el sello de la casa.
La publicidad oficial de la universidad presenta un panorama muy diferente a la realidad al afirmar que:
“La UDLAP representa el espacio ideal para que los estudiantes convivan en un ambiente sano, seguro y confiable. Estamos comprometidos con fomentar la seguridad de la comunidad universitaria. Asimismo, es una prioridad para nuestras autoridades el procurar que nuestros estudiantes estén sanos y seguros mientras disfrutan su vida dentro y fuera del campus”.
Sí, como no.
La segunda mentira es todavía mayor cuando prometen que el personal de seguridad se encuentra conformado por auténticos profesionales en::
“Vigilancia, control e información en accesos, edificios y unidades externas de colegios; diariamente y en eventos masivos”.
“Control, mantenimiento y capacitación sobre el uso y manejo del equipo contra incendio”.
“Atención y apoyo a todo tipo de accidentes e incidentes, dentro del campus e instalaciones externas”.
“Protección personalizada en los casos que así se justifiquen”.
Ya vimos que no es así.
Dicen los especialistas que al cáncer hay que extirparlo de raíz, que de no hacerlo, este regresa cada vez más agresivo y letal.
Sin embargo, para curar al enfermo se necesita, además de voluntad, los tamaños necesarios para lograrlo.
Señor rector, esto es como en los omelletes: se necesitan huevos.
¿Los habrá?
latempestad@statuspuebla.com.mx