20-04-2024 12:58:13 AM

Un grito… de dolor

Sin duda, los atentados de Morelia inauguran una nueva etapa en lo que a la acción de los grupos de la delincuencia organizada se refiere y como consecuencia, deben de significar también un replanteamiento profundo en las estrategias gubernamentales de combate a estos grupos.

Pero además, la detonación de dos grandas de fragmentación en la capital de Michoacán son la respuesta frontal y contundente a toda la serie de mensajes que, con motivo de su segundo informe, nos recetó el presidente Calderón a toda hora y en todas las estaciones de televisión y radio que operan en el país.

Otra vez, los delincuentes dejan sin efecto el optimismo discursivo del jefe del ejecutivo federal y nos muestran, con toda su crudeza, la verdadera cara de nuestro México real.

¿Quién se acuerda ya de la sonrisa actuada, de las corbatas vistosas, del traje impecable, de las cifras alegres, del futuro prometedor, si fueron borradas brutalmente del imaginario colectivo nacional para ser sustituidas por imágenes de muerte, destrucción, pánico, terror y desesperanza?

¿Quién no se quedó pasmado ante el salvaje ataque a la siempre indefensa población civil y no se vistió con el nada vistoso traje de potencial víctima futura de algún hecho similar?

¿Qué autoridad, de cualquier nivel de gobierno, no se reconoció en su interior como incapaz de garantizar la seguridad de la población en eventos con características similares a las de los tradicionales “gritos” de independencia?

¿Quiénes no sentimos miedo, terror, pánico, ante lo que está por venir?

Calderón subió al ring mediático a los grupos de la delincuencia organizada, desde el primer día de su gobierno.

Ávido de obtener la legitimidad que le negaron las urnas, el presidente decidió iniciar su sexenio definiendo prioridades en función de lo que mostraban sus encuestas y estudios de opinión.

¿Principal preocupación de los mexicanos?

La inseguridad.

Y fue entonces cuando iniciaron las bravuconadas, las amenazas y el banderazo de salida para que el ejército se encargara de tareas que, por elemental lógica de competencia legal, les corresponden a las autoridades del orden civil.

Para reforzar el mensaje y dejarlo bien claro, el presidente se vistió inclusive con el traje verde militar y declaró una frase que sin duda hoy puede calificarse de profética:

-“Habrá muertos”-predijo.

Sin embargo, ni siquiera en su peor pesadilla se imaginó que algunos de esos muertos iban a ser civiles ajenos al constante y natural enfrentamiento entre autoridades y grupos delincuenciales o a las disputas entre cárteles de la droga por el control de territorios.

Mucho menos pensó que el escenario que serviría de marco para la instauración del terror en México sería un zócalo repleto de familias festejando alegremente la independencia de su país, un país que siguen celebrando a pesar de su avanzado grado de descomposición.

La declaración de guerra presidencial a la delincuencia organizada fue sin duda impecable en términos de imagen pública, pero muy torpe estratégicamente hablando.

Calderón no conocía la fuerza del enemigo a vencer ni los elementos reales con los que contaba para pretender siquiera dar una pelea medianamente digna, en una batalla que de antemano luce perdida.

Minimizó la capacidad corruptora del adversario y su poder para llegar a lo más alto de cualquier esfera pública o privada.

No dimensionó acertadamente sus alcances organizativos ni la inagotable renovación de sus recursos financieros, bélicos y humanos.

Más que emblemáticas resultaron las imágenes de los noticiarios nocturnos de ayer al mostrar primero los alcances del atentado en Morelia y luego el desfile militar en donde nuestras Fuerzas Armadas hicieron gala de todo su poder a través del despliegue de sus tropas y de los elementos con los que cuentan para garantizar la seguridad del país.

Recursos que parecen no ser suficientes después de lo sucedido en Morelia.

 

ADIÓS CHELÍS

Se fue Chelís.

Como toda fórmula mágica, su efectividad menguó con el paso del tiempo.

Así, la historia hollywoodense  de la Cenicienta futbolística se terminó.

Sin embargo, José Luis Sánchez Solá debe de ser una constante referencia en la historia moderna de este Puebla de la Franja.

Pase lo que pase después, Chelís será siempre el principal responsable del regreso del fútbol de primera división a Puebla, del retorno de la afición a las gradas del Cuauhtémoc, de haber resucitado para las nuevas generaciones el amor a la franja azul y la pasión por un equipo que por años llenó de vergüenza a sus seguidores.

Gracias a Chelís volvimos a ver jugadores comprometidos con su equipo y no a los eternos vividores que priorizaban los jugosos cheques y todos los beneficios extra fútbol que rodean la vida fácil de los ídolos efímeros.

Desgraciadamente, el hilo siempre se rompe por lo más delgado.

El técnico no es el culpable de los criterios directivos que, basados en intereses puramente monetarios, casi siempre se contraponen a lo deportivamente efectivo.

Ahora llega Mario Carrillo con el siempre cómodo pretexto de que él no fue quién armó el equipo.

La papa caliente vale un millón de dólares por lo que resta del actual torneo y el próximo completo.

El sueldo no incluye los dos pomos diarios de Whiskey Black Label que ingiere el nuevo timonel, ni los vasos Old Fashioned de cristal cortado que tanto le gustan.

El nuevo grito de batalla del equipo será ¡Salud!

Enhorabuena.

 

latempestad@statuspuebla.com.mx

 

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