Ayer le platicaba de las oscuras maniobras que realiza Héctor Sulaimán para hacer a un lado a los hermanos Abed del manejo del relleno sanitario. Detallemos un poco más la historia.
Es evidente la relación que existe entre Héctor Sulaimán y el diputado federal (¿priísta?) Jorge Estefan. Y es notoria porque el propio Héctor se ha encargado de dejar claro que su único jefe, guía, gurú y demás es Charbel.
Por eso resulta curioso que un empleado de Estefan esté declarando la guerra a los Abed, cuando ambos comparten un mismo padrino y protector político: Jesús Hernández Torres (a) Manuel Bartlett Díaz.
Veamos. Iniciaba la campaña de Bartlett en pos de la gubernatura de Puebla. Hernández Torres era el encargado tanto de las finanzas como de la mercadotecnia política y las relaciones con el D.F., y como tal pidió que le recomendaran a jóvenes financieros que pudieran manejar los dineros de la campaña, pero especialmente que pudieran “maquillar” los movimientos off the record que se llevarían a cabo.
Al escritorio de Hernández Torres llegaron varios expedientes, entre los cuales escogió a dos nombres: Edwin Ruggeberg y Jorge Charbel Estefan. Ambos provenían del sector financiero, y a pesar de no contar con el prestigio necesario para el cargo, asumieron la secretaría de finanzas del partidazo y pronto se ganaron la confianza de “Chucho”.
Ruggeberg quiso enseñarle a hacer chiles a don Clemente y quedó descartado del gabinete. Charbel, por su parte, cumplió detalladamente todos los encargos del otrora director de RTC e inició el sexenio bartlistta como Secretario de la Contraloría, aunque después haya tenido que huir temporalmente del Estado, por una demanda que instauró en su contra su anterior empleador, Banco Somex. Pero eso es otra historia.
A la par de este relato político-financiero, Hernández Torres buscó el apoyo de José y Julián Abed Ruanett. Y lo obtuvo. Tan lo obtuvo que Manuel Bartlett, candidato a Gobernador, y Jaime Aguilar, delegado del CEN del PRI, vivieron durante toda la campaña hospedados en el hotel Aristos, propiedad de los hermanos Abed. Ambos ocupaban las mejores suites, con todos los gastos de alimentación incluidos, a costa de José y Julián.
Más aún, una vez iniciado el sexenio bartlistta, la oficina de la representación de Puebla en el DF, a cargo de Hernández Torres, estaba ubicada precisamente en el hotel Aristos en la capital de la República.
En correspondencia, los Abed recibieron las principales obras del bartlismo, como los mayores segmentos del Periférico, el relleno de Chiltepeque, etcétera.
Por eso ahora que Estefan –hijo político de Hernández Torres/Bartlett- quiere quitarle el negocio a los Abed –brazos financieros de Hernández Torres/Bartlett- parece que el pleito será de pronóstico reservado, pues es un pleito entre familia, no solamente por el origen libanés de todos los implicados (Sulaimán, Abed, Estefan, Arzobispo Chedraoui), sino por sus relaciones bartlisttas. ¿Habrá olvidado ya Estefan a quién le debe todo, política y económicamente hablando? ¿Habrá ya perdido Don Manuel su “fino toque” para meter al guacal a sus huestes? ¿Los Abed se cruzarán de brazos, o filtrarán todos los favores económicos que dieron y recibieron en el sexenio, del que Estefan era Contralor?
Lo dicho, un pleito de pronóstico reservado.
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