21-11-2024 10:43:50 AM

Una noche en El Real

Después de muchas noches provocaciones a mi pareja, de susurros obscenos mientras disfrutábamos el uno del otro y de veladas pasadas a conversar provocando la imaginación, Eva empezó a pasar sus días fantaseando con situaciones. Me decía que se le antojaba mucho ver como una pareja lo hacía, así que preparé nuestra primera aventura.

Cuando le decía que la llevaría a ver una pareja, ella me decía que no quería que le diera detalles, que prefería la sorpresa, no quería pensarlo, no quería echarse atrás.

Así lo hice, la recogí y fuimos a un club liberal en Puebla, uno donde no dejan pasar chicos solos, buscaba el mejor ambiente para ella, aquel que combinara morbo, sexo, pero también tranquilidad y seguridad.

Llegamos al Real, ella estaba nerviosa, pero a la vez excitada “como un niño de 5 años al que llevas a un parque de atracciones” (así decía sentirse).

Yo buscaba su comodidad, su confianza, no le conté mucho de lo que ahí podía suceder, solo le indiqué que si alguien la acariciaba y no era de su agrado que le retirara con delicadeza la mano, con eso bastaría, y también, que si no era suficiente me lo dijera de inmediato para ocuparme de ello.

Tras pedir una copa, estuvimos sentados un trago o dos, porque en cuanto le conté como funcionaba el cuarto obscuro me pidió que la llevara a verlo. Pasamos al cuarto del fondo. Aún no había nadie, y nosotros solos en un rincón comenzamos a besarnos y acariciarnos. Ella estaba excitada, la novedad, la mezcla de temor a lo desconocido y el morbo que allí se respira… Mi mano se empapó al instante cuando invadió el interior de sus tanguitas.

Aún solos en el camastro que hay contra la pared, ella estaba embravecida. Me tumbó casi empujándome y comenzó a lamerme, a chuparme, a restregar sus agradecidos senos sobre mí.

De momento, dejamos de estar solos. Una pareja, luego dos, se acercaron a mirar y en poco tiempo también a acariciarse, excitándose ahí, muy cerca de nosotros. La más atrevida se sentó en los banquillos justo frente al camastro. Nosotros excitadísimos no pudimos esperar más y comencé a penetrarla. Ella me susurraba: -Nos están mirando- y cuando yo le preguntaba si le gustaba, dejaba escapar un “siiiiiii” que me excitaba aún más y provocaba que mis embestidas fueran cada vez mas contundentes.

Salimos sudorosos a refrescarnos con nuestra copa, y ella me hablaba de lo que le había gustado ser observada, pero quería mas, quería mirar.

Pasamos al otro cuarto oscuro, estábamos solos y tuvimos algún escarceo entre nosotros, escuchando las demás parejas que bailaban en la otra sección. Hasta que una pareja llego y se nos puso enfrente. Eva no paraba de mirar, la chica gemía mientras el saboreaba su placer, lo que me incitó a disfrutar el de Eva.

Acariciaba su clítoris con suavidad, entrando dentro de ella en algunos casos, lo que le provocaba suaves gemidos que a mi aun me excitaban mas. Comencé a besarla, lamía sus labios, sus ingles, metía con suavidad mi lengua dentro de ella, y cuando alzaba la mirada, encontraba la suya clavada en la otra pareja, viendo como penetraban, acariciaban y se dejaban llevar entre respiraciones agitadas y leves gritos de lascivia incontrolada.

Sus caderas cada vez se movían más fuerte y más rápido contra mis labios, los gemidos inundaban la sala y mi boca se llenaba de su placer. No podía dejar de mirarles, me confesó más tarde.

De regreso en la barra, estuvimos charlando, cachondeando, dándonos cariño, comentando la experiencia… paso el rato y decidimos entrar de nuevo en la sala oscura. Le había encantado ver a la anterior pareja, – sus gemidos me volvían loca- me susurraba.

A Eva le estaba encantando la experiencia, me contaba como no podía imaginar sentirse tan a gusto y tan natural, le apasionaba mirar y ser mirada. Nadie nos había tocado aún y aunque ella sonreía tímidamente cuando se lo preguntaba, yo notaba que ella tenía su lucha interior entre el deseo y el temor a hacerlo.

Entramos de nuevo en la sala, ya después de un rato. Solo quedaba una pareja, el (llamémosle Marco) tumbado, y ella (llamémosle Alba) entre sus piernas disfrutándole y haciéndole disfrutar con su boca.

Quise llevar a Eva a la cama, pero ella me dirigió a la pared, el temor aun le pesaba, pero la excitación desinhibe, y desinhibe de tal forma que te hace perder la cabeza y dejarte llevar. Después de un rato de caricias, nos tumbamos a su lado, ambas parejas excitándose, a la distancia de casi una mano, en ocasiones no había ni 5 cms. entre la mano de Eva y la de Marco. Veía a Eva a gusto, excitada, morbosa así que decidí probar y comencé a acariciar suavemente el brazo de Alba, ella consentía, y fueron solo unas leves caricias.

Ambas parejas cambiamos las posturas, y ellas yacían casi pegadas en la cama, yo agachado lamía cada vez con mas fuerza el clítoris de Eva y Marco acariciaba a Alba con la que intercambie alguna caricia hasta que nuestras manos acabaron entrelazadas.

Note la mano de Marco en la pierna de Eva, en seguida la miré, estaba cómoda, excitada, parecía disfrutar, y cuando él llevo su mano a sus senos y ella la estrechó fuertemente ya no me cupo ninguna duda.

Comenzamos a jugar los cuatro, revolviéndonos entre nosotros. Yo dirigía la mano tímida de Eva para que pudiera disfrutar la erección que Marco exhibía, mientras ella recibía en su boca mi verga rígida y excitada por la situación. Admirando el placer de Eva comencé a acariciar y sorprenderme con la suavidad de la piel de Alba, hasta que por fin logré alcanzar su sexo, húmedo y cálido en su interior, ella se acomodaba para recibir mis caricias, para dejarme entrar en él mientras la besaba… Los cuatro disfrutábamos de los roces de nuestros cuerpos y nuestras manos. Viendo la timidez de Eva guié su cara para que pudiera saborear a Marco. Ella disfrutaba en su boca y con mis caricias resbalando en su humedad y Alba me estremecía con sus labios aprisionando y recorriendo mi excitación

Continuamos el baile de caricias, tocándonos, excitándonos, chupándonos, yo notaba en todo momento la mirada de Eva clavada en mí con los ojos muy abiertos, me miraba sin cesar incluso cuando Alba y yo disfrutábamos de la pelea de nuestras caderas. Cuando se besaron vi a Eva excitada, la primera vez que besaba a otra mujer y tuvo la suerte que fuera Alba, lenta, calida, suave, cariñosa…

Al final fue cuando realmente nos dimos cuenta de la suerte que habíamos tenido, la primera vez de Eva y dimos con la pareja ideal. Estuvimos charlando, riendo, eran verdaderamente encantadores los dos, y cuando a la vuelta repasábamos lo sucedido aun nos convencíamos más, la delicadeza y el tacto de él, la suavidad y la dulzura de ella…

Cuando nos despedimos de ellos, la frase de Eva fue: -No, no podía haber salido mejor-

Marco, Alba, muchas gracias a los dos por ayudarme a que la primera experiencia de Eva haya sido algo especial e inolvidable.

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