Pues, bien. Antes de dar pie a lo que nos truje, es importante que pensemos brevemente en asuntos relevantes para toda panza hambrienta y ávida de nuevas experiencias gastronómicas. Sí, ya sé, a lo mejor este tragón amaneció un tanto filosófico, o más bien rollero. Pero, ¿qué buscamos los tragones para quedar satisfechos cuando salimos a comer?
Existen varios factores que tomamos en cuenta al tomar la decisión de regresar o no a un restaurante, taquería, tortería, carrito o changarro.
Algo que no se negocia es la higiene y la buena sazón de los alimentos. Cuando algo realmente logra la satisfacción del paladar no importa si es comida casera o gourmet, del puesto de la esquina o de restaurante cinco estrellas, lo único que todo tragón desea es:
1. Lamerse los bigotes;
2. Mostrar una amplia sonrisa en el rostro;
3. Pensar de inmediato en la siguiente ocasión que lo hará regresar;
4. Encontrarse con un tercer tragón para hablar maravillas de aquello que le encantó.
Claro, siempre hay que tener presente que en gustos se rompen géneros. Lo que a algunos tragones nos puede resultar fascinante, a otros sólo les parece bueno. Y en cuanto a los precios la cosa se vuelve más subjetiva todavía.
Hay lugares que parecen tenerlo todo: excelente ubicación, una bella decoración, un servicio rápido y amable, una increíble presentación de los platillos. Es el caso de Delirio Poblano, que se encuentra en la Isla de Angelópolis, justo a un costado de la librería Gandhi.
Al llegar, el lugar y la carta comienzan a generar expectativas. Se trata de comida poblana y mexicana contemporánea.
En cuanto a las entradas, los molotitos y los panuchos son buena opción. Las órdenes traen cinco ($45), y vienen acompañados de crema y salsa habanera en el caso de los panuchos.
Al pasar a los platos fuertes se ordenan unos tacos de venado, el satay de camarón al pastor y los camarones al serrano con atún al estilo libre ($130).
Todo llega en un tiempo breve a la mesa presentado en diferentes vajillas y con cuidadosa y delicada colocación, lo que es un verdadero deleite para quienes saben que la comida entra por los ojos. Como es de esperarse las porciones son pequeñas. Probamos y…
El veredicto: todo está demasiado condimentado. Al sobresalir demasiado una de las especias en cada uno de los platos (orégano, achiote y chile, según el caso), se opaca por completo al sabor de la carne y el camarón. Es como si se comiera la especia aparte de todo lo demás. El sabor es fuerte y se queda en la boca sin dejar percibir el resto de los ingredientes. El atún al estilo libre resultó otra gran decepción, pues se recurrió a la forma más cotidiana y menos creativa para su preparación: revuelto con mayonesa y algunas verduras de lata.
La conclusión es que si los sabores se integraran mejor el tragón en turno no sentiría el paladar saturado y se animaría a pedir un postre para acompañar el café. Expectativas muy altas pero no superadas.
¿Qué pasa con los lugares que parecen tenerlo todo y al final no tienen lo más importante? Les hacemos la sugerencia para ver si la toman y logran cambiar para satisfacer a sus clientes para hacerlos regresar.