El debate actual sobre la reforma energética todo lo abarca.
El tema se ha convertido en pretexto perfecto para la polémica, una seria, otra lamentable; es también, a conveniencia, una muy interesante moneda de cambio para lograr exitosas negociaciones de tipo político en asuntos que son completamente ajenos a los que competen a los alcances de la iniciativa presidencial.
Hoy parece que no se habla de otra cosa.
Vamos, hasta la soberanía nacional y el más chabacano chovinismo se han dejado sentir en el ambiente político a partir de este gran debate nacional.
Sin embargo, el asunto dista de ser nuevo.
Si bien en el papel pareciera que de la noche a la mañana nos dimos cuenta de que la riqueza petrolera nacional está en peligro de sernos arrebatada por los eternos enemigos del norte, quienes tienen la tecnología suficiente y la poca vergüenza necesaria como para apropiarse del “oro negro” que yace en el famoso hoyo de dona, lo cierto es que, desde hace más de una década, un panista visionario alzó la mano para urgir que se convirtieran en prioritarios en la agenda nacional el tema de la reforma energética y del reto que como país constituye aprovechar la riqueza nacional que se encuentra en el subsuelo del Golfo de México.
Me refiero al ya fallecido José Ángel Conchello.
Sí, el entonces senador, allá por el año de 1996, fue el primero en adelantarse al debate que hoy tantos dolores de cabeza nos genera..
El tema de entonces era que México no estaba reclamando jurídicamente su derecho a la parte que le correspondía y corresponde explotar en aguas profundas y que no se habían establecido reglas claras entre ambos países.
En una sesión muy controvertida que se registró en el Senado, Conchello exigió que el entonces titular de relaciones exteriores, José Ángel Gurría, compareciera ante ese órgano para que informara sobre las acciones de perforación norteamericanas, y que al mismo tiempo, México iniciara acciones políticas y jurídicas para enmarcar las explotación de tales recursos bajo el mar mediante un tratado justo para ambas partes.
En ese entonces, el PAN era oposición en el Senado, por lo que la bancada priísta no secundó la petición de Conchello, salvo el entonces senador Humberto Mayans, quien en nombre de su bancada expresó en tribuna la exigencia de que “las autoridades competentes salvaguarden la riqueza petrolera del país en el Golfo de México, porque así lo exige la Constitución”.
Como resultado de aquella controversia en el Senado, el 11 de diciembre de aquél año compareció José Ángel Gurría, Conchello volvió a la carga frente al funcionario.
Le reveló información de que Estados Unidos había otorgado permisos para la exploración en el Golfo de México a través de la empresa Reading and Bates Corp.
Y preguntó: “¿Esa zona es nuestra? ¿Esa zona es del llamado ‘agujero de la dona’? ¿A quién pertenece?”
Gurría acusó al senador panista de especular con información “simplista”; el canciller dijo no tener ninguna evidencia de que compañías de EU exploraran o pretendieran hacerlo en el hoyo de dona.
Apenas mencionó que se estaba recogiendo información sobre el tema para plantearlo de manera seria ante el gobierno norteamericano.
El legislador explicó que durante 18 años el Senado de Estados Unidos se negó a ratificar el Tratado de Límites Marítimos suscrito entre ambos países porque sabían de la existencia del Agujero de Dona.
Una vez ratificado el tratado, el gobierno de México tenía que exigir la definición de la zona central en el golfo, donde están los yacimientos, toda vez que geográficamente la parte más grande está del lado mexicano.
Conchello aseguraba que“Estados Unidos nunca quiso hacer esto y planteó siempre la exploración y explotación conjunta, cierto de que ellos tienen la técnica y el dinero para llevarse la tajada del león y a nosotros dejarnos la del ratón.”
Eso, añadió, es seguramente lo que se pretende, y por ello “el Senado tiene que pedir cuentas claras a Zedillo de qué fue lo que negoció al respecto con Clinton”.
Se requiere que la Cámara de Senadores exija un informe pormenorizado de lo tratado por ambos presidentes en la entrevista de 15 minutos a la que asistieron Reyes Heroles y Téllez, “incluso versiones taquigráficas”.
Todo el esfuerzo de Conchello, en ese entonces fue en vano.
Desgraciadamente nadie, o casi nadie lo tomó en serio.
No se dieron cuenta de que el panista era un auténtico visionario, un político adelantado a su tiempo, que, más allá de posturas convenencieras y de de la creación de artificiales frenos ideológicos, ponía sobre la mesa de discusión un tema que no solamente tiene que ver con la defensa de la soberanía, sino con empezar a sentar las condiciones para que por fin, después de décadas, socialmente pudieran empezar a sentirse los beneficios de nuestra “riqueza petrolera”.
Nadie retomo la lucha de Conchello y como consecuencia perdimos más de 12 años para llegar a conclusiones.
Hoy ya les urge.
Ni hablar.