23-04-2024 04:08:30 AM

Las amenazas del edil texcocano

Dirigente del Movimiento Antorchista Nacional

 

Según se acordó entre las partes el día 2 de abril, fecha de la marcha de 15 mil antorchistas en la ciudad de Texcoco, en demanda del cambio de uso de suelo en 40 hectáreas para que gente humilde pueda levantar ahí sus viviendas, el martes 9 del mismo mes se llevó a cabo, en la ciudad de Toluca, la “mesa de negociación” que buscaría una salida legal, justa y racional al problema planteado. Estuvieron presentes, de una parte, el edil texcocano, Constanzo de la Vega y algún acompañante de segunda fila; de la otra, una representación suficiente de la dirigencia estatal antorchista, encabezada por el biólogo Jesús Tolentino Román, y, como buen componedor y en representación del Gobernador del Estado, Lic. Enrique Peña Nieto, el Secretario de Gobernación, Doctor Humberto Benítez Treviño.

No voy a abrumar al paciente lector con detalles inútiles (aunque muy reveladores de la personalidad del alcalde texcocano y de su concepción acerca del ejercicio del poder) sobre el desarrollo del encuentro; baste decir que los antorchistas se esmeraron, en todo momento, por demostrar la razón, la justicia y la legalidad que les asiste en su demanda, con hechos contundentes a la mano; y luego, sobre esa base, la inexactitud, la distorsión y la abierta falsedad de los argumentos que se han manejado públicamente en su contra. Se trataba de poner la cuestión en sus estrictos y verdaderos términos  ante el alto representante del gobierno estatal, para que éste, a su vez, pudiera informar con entera objetividad al Gobernador Peña Nieto. El edil de la Vega, por su parte, se atrincheró detrás de su “derecho legal” a conducir la política de desarrollo urbano y poblacional de “su” municipio, en virtud de que así lo estipula la ley y de ser él el único y legítimo representante de los texcocanos. (No está de más aclarar, antes de continuar, que tales facultades jamás han sido puestas en duda por nadie, razón por la cual nada tenía qué hacer en la “mesa de negociación”). Fuera de eso, el señor volvió a insistir en la imposibilidad de autorizar el cambio de uso de suelo “porque el predio en cuestión no reúne los requisitos necesarios para ser área habitada”; y, frente al argumento de que acaba de autorizar, en esa misma zona, la erección de un gigantesco centro comercial, no pestañeó al sostener que “es porque lo ve como un muro de contención para la mancha urbana”. Por lo visto, el cerebro del edil texcocano marcha a contrapelo del de los demás ciudadanos, pues todo mundo sabe que un negocio como “Puerta Texcoco” hace exactamente lo contrario, es decir, que en vez de frenar acelera tremendamente la concentración poblacional en torno suyo. Pero no hubo manera de moverlo de su posición; y todo terminó como tenía que terminar: sin acuerdo y con las posiciones de las partes más alejadas que antes de la “mesa”.

En honor a la verdad, los antorchistas sabían de antemano el resultado, pues conocen demasiado la soberbia y el autoritarismo de un perredista con poder, como para alimentar ingenuas esperanzas con alguno de ellos. ¿Por qué, pues, asistieron a la cita? Porque han decidido, correctamente a mi juicio, no desaprovechar ninguna oportunidad para poner de relieve de qué lado están la justicia, la sensatez y la racionalidad, y de qué lado están las maniobras, las mentiras y los intereses turbios e inconfesables. Y eso se logró en la reunión de Toluca: el Doctor Benítez Treviño, quizá sólo para corroborar lo que pensaba, cuestionó a de la Vega: si el obstáculo es que el predio elegido no cumple con los requisitos para ser habitado, ¿estaría usted dispuesto a dar el permiso si se encuentra otro predio que sí cumpla con dichos requisitos? Luego de “tragar gordo” como se dice coloquialmente, y de ensayar atropelladamente argumentos que parecieran racionales sin conseguirlo, de la Vega tuvo que confesar que tampoco en ese caso daría permiso, por tratarse de un grupo “conflictivo” y “nocivo para la tranquilidad pública” de Texcoco. O sea que los antorchistas tienen razón cuando afirman que se trata de un caso de flagrante represión política, que se intenta cubrir con falsos argumentos de tipo legal, urbanístico y económico. A confesión de parte, relevo de pruebas.

Demostrado, pues, que no se llegaría a nada, los dirigentes antorchistas se limitaron a reivindicar el derecho a la vivienda, que está por encima de las facultades urbanísticas de Constanzo y sus corifeos; su derecho de organización y libre manifestación pública; y su rechazo total al plebiscito convocado para decidir si se respeta o no una garantía constitucional de los ciudadanos. En consecuencia, informaron a los presentes que reanudarán su lucha con una marcha de 30 mil personas a celebrarse el día 27 de abril de los corrientes, en la ciudad de Texcoco. Dejaron claro ante el alto representante del gobierno estatal que su evento será absolutamente pacífico, que no harán una sola pinta y que, incluso, recogerán la basura que generen. Y, por encima de todo, que respetarán la propiedad, la tranquilidad y la seguridad de todos los ciudadanos. Finalmente, hicieron un respetuoso llamado a todos los texcocanos a no seguirle el juego a de la Vega, es decir, los invitaron a no salir  a votar el día del amañado plebiscito, o, en caso de hacerlo, que voten a favor del derecho de los pobres a tener una vivienda.

Echando fuego por los ojos, Constanzo de la Vega respondió: ¿Ah, sí? ¿Volverán a marchar? Pues “allá los espero”. Y es esta última frase la que me obliga a volver a ocuparme del tema. Para cualquiera que sepa leer, no hay duda de que se trata de una abierta y cínica amenaza a la integridad física de los manifestantes y de sus líderes. Y es una amenaza proferida por alguien que, si bien no tiene ninguna facultad para emplear la violencia contra ciudadanos pacíficos que ejercen un derecho constitucional, sí tiene el dinero (el del presupuesto municipal), la fuerza material (su policía y la de todos los municipios gobernados por el PRD, que también están a sus órdenes, como ya se vio el 2 de abril) y la tozudez y rabia sectaria que se necesitan para cometer un atropello de ese tamaño. Por eso me adelanto a precisar que no hay ningún motivo para temer la marcha antorchista, puesto que se trata de gente pobre y pacífica que no quiere ni puede causar daño a nadie; que si alguien dice otra cosa para justificar una agresión, está mintiendo descaradamente, está engañando y manipulando a la ciudadanía para hacerla cómplice de su crimen de lesa libertad de manifestación y de ciega persecución antipopular. Que quede de ello constancia pública.

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