Por Alejandro Mondragón
La familia Moreno Valle Alonso resolvió que fuera Luis Banck Serrato y nadie más la carta para retener Puebla, después de los hechos trágicos del 24 de diciembre del año pasado.
No hay que hacerse pelotas, menos especular, sólo basta leer los hechos para saber que la familia decidió no sólo a Banck, sino el tono del discurso en los funerales.
Ninguno de los más cercanos a Rafael Moreno Valle lo hizo: Eukid Castañón y Roberto Moya, sus principales operadores de mil batallas. Tampoco salió del círculo íntimo de Martha Érika Alonso: Sandra Izcoa o David Rosas Armijo. Menos el ex gobernador Antonio Gali Fayad.
El morenovallismo está en la orfandad, porque quienes lo cohesionaba eran sus jefes: Moreno Valle Alonso, por lo que el grupo o se une o terminará en los brazos de Miguel Ángel Osorio Chong, impulsando a Juan Carlos Lastiri en el 2024.
El presidente Andrés Manuel López Obrador y Morena están en riesgo de tener un diagnóstico erróneo y perder de vista el enorme voto oculto que habrá.
La historia ha demostrado que el dolor de la tragedia puede más que una canallada presidencial. Ahí están los casos en Colombia con César Gaviria, quien en los funerales de Luis Carlos Galán, tomó la estafeta y se impuso al oficialismo y al miedo generado por el Cártel de Medellín.
Y qué me dice que Ernesto Zedillo, quien tomó el relevo ante el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, gracias a la mano que le tendió la viuda Diana Laura.
Puebla se preparaba antes de los funestos hechos del 24 de diciembre para ser gobernada por Martha Érika Alonso, quien días antes de su muerte había pactado la visita de López Obrador.
El presidente podría haber perdido la elección extraordinaria con su ausencia en los funerales y porque en la víspera siempre desacreditó e ignoró a la gobernadora.
Los poblanos que en el 2012 y 2018 le dieron su voto mayoritario a AMLO fueron quienes pagaron los platos rotos con menos presupuesto, ausencia en la gira del agradecimiento como mandatario electo y exclusión de los proyectos de gran inversión federal.
Está claro que la gubernatura interina le pertenece al PAN mayoritariamente, aunque también a cualquier personaje salido de la coalición Por Puebla al Frente, porque ellos legalmente ganaron. Era cosa juzgada.
Pensar lo contrario es de canallas. Si en este país prevaleciera la ética política, insisto, Morena no tendría que presentar candidato en las extraordinarias y sí pujar con un gobierno de coalición para evitar el choque de trenes.
Pero es mucho pedir. Hay un enorme revanchismo de parte de Morena y una gran victimización del morenovallismo.
Aquellos que piden una figura alejada de los partidos son quienes viven del protagonismo. Reitero, Puebla ya tenía gobernadora, emanada de una alianza de partidos. La última autoridad electoral en la materia así lo sancionó.
Lo de López Obrador y Morena es una apuesta de perder, perder, porque si se impone con el uso de recursos y estructura en la gubernatura van a marcar su sexenio, pero si pierde Puebla con Moreno Valle Alonso ya muertos será peor.
Un estadista, no un jefe de campaña en la presidencia quizá sea lo que se requiere hoy.
Meterse con quienes ya están muertos y no se pueden defender es mal augurio en una elección.
El madruguete de Yeidckol Polenvsky a favor de Luis Miguel Barbosa para que sea el candidato que repita en la elección habrá que contextualizarlo en la lucha de poder al interior del lopezobradismo, cuya fracción más negociadora ubica al diputado local, Fernando Jara, quien forma parte de la familia Gutiérrez Müeller.
Inimaginable la campaña de Barbosa sin los Moreno Valle. Eran su principal arma. Ya no están.