18-04-2024 05:11:50 PM

La extraña retórica de los ganadores

Por Valentín Varillas

 

Algo no cuadra entre el decir y el hacer alrededor de la candidata, hasta el momento ganadora de la elección a gobernador de Puebla, Martha Érika Alonso.

El discurso, las actitudes, las formas, el lenguaje corporal, no empatan con la absoluta tranquilidad y confianza que un inminente triunfo en las urnas debería generar.

Sí, algo no cuadra.

Paradójicamente, esta diferencia radical se ha hecho más notoria, a partir de la apertura de paquetes y el conteo de todos los votos que se emitieron en Puebla el 1 de julio pasado, para elegir al próximo titular del ejecutivo estatal.

Sobre todo, el fin de semana pasado, cuando la virtual gobernadora electa declaró abiertamente que “le querían robar la gubernatura” y que este “robo” se debía a su condición de mujer.

Una frase, con todo lo que realmente encierra, resulta terriblemente desafortunada.

Principalmente en un estado como Puebla, en donde el asesinato de mujeres es y ha sido un enorme lastre para los últimos dos gobiernos, al grado que ocupamos uno de los primeros lugares a nivel nacional en este rubro.

 

 

Es más, mientras Alonso Hidalgo declaraba lo anterior, 4 mujeres perdían la vida en circunstancias violentas en territorio poblano.

Hay algo muy extraño detrás de una afirmación como esta.

Es evidente que el proceso de revisión de las impugnaciones presentadas por Morena en torno a la elección estatal, llevada a cabo por el Trife, no se hará bajo una lógica que privilegie la perspectiva de género.

Ni para bien, ni para mal.

La elección tendrá que calificarse evaluando si se cumplieron las condiciones de legalidad e igualdad de participación deseables en cualquier democracia.

Un cuestionamiento al actuar del tribunal, bajo esa premisa,  puede ser una muestra de nerviosismo o por lo menos de preocupación.

¿Qué saben?

¿Qué se imaginan?

¿Contra qué o quién se están vacunando?

Si alguien tiene acceso a información privilegiada, de primer nivel, de lo que sucede al interior del tribunal, es Rafael Moreno Valle y sus cabilderos, en teoría con inmejorables relaciones profesionales y personales con los actuales magistrados.

Pareciera que temen que el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, meta las manos en el proceso y pueda al final inclinar la balanza a favor de los intereses políticos de Morena, su partido.

Un manotazo con estas características, de darse, sería demoledor para la imagen de quien en teoría viene a inaugurar un estilo diferente de ejercer el poder, al margen de las tentaciones autoritarias y los excesos del pasado.

Sin embargo, es una posibilidad real.

Entonces, en este contexto, Moreno Valle y su grupo tendrían que prepararse para enfrentar, con todo, a un presidente de la República, algo que el propio ex gobernador poblano ha evitado a toda costa en su carrera política.

Es más, en la lista de códigos que norman su actuar como hombre público, el no pelearse con el “águila”, como él mismo llama a quien ocupa la silla presidencial, se encuentra en el primerísimo lugar.

Sin embargo, en México se viven nuevos tiempos.

Tiempos de romper paradigmas y ensayar nuevas estrategias en el ejercicio del poder.

Sobre todo, si en ello te juegas tu última carta, la de la auténtica supervivencia política.

 

 

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