28-03-2024 07:29:31 AM

El lastre

Por Jesús Manuel Hernández

 

El sol, no puede taparse con un dedo, menos ocultando las informaciones que revelan cómo se efectuaron las elecciones en Puebla, diferentes al contexto nacional, manipuladas en su contenido y su continente y llevadas a los tribunales ya sea para declarar ganador al candidato de Juntos Haremos Historia o para reponer el proceso, con ello quedarán en evidencia los cochupos, las maniobras, la operación electoral que antes era exclusiva del PRI y ahora ha pasado a ser compartida como franquicia por el morenovallismo.

Juan Luis Hernández, director de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla lo resumió así: “Los resultados no dejan de asombrar. Por primera vez en la historia, los poblanos tuvieron una elección concurrente y, sin embargo, hay aproximadamente 65 mil votos de diferencia entre la elección federal y la local. Es decir, ¿65 mil ciudadanos que recibieron sus respectivas seis boletas tiraron tres? Puebla cerró con 543 delitos denunciados a la Fepade, el 24% de las denuncias electorales a nivel nacional…”.

El tema ha trascendido las fronteras locales, columnistas, cartonistas, líderes de opinión y el propio Andrés Manuel López Obrador hablan abiertamente del tema con lo cual se estima que la elección debe transparentarse y con ello aparecerán residuos, lastres de la operación.

La historia ha demostrado que las imposiciones de candidatos y o gobernadores han dejado mal sabor de boca a los poblanos y lo mismo podría decirse de quienes desde Casa Puebla han intentado llegar a Los Pinos. El trampolín tampoco ha sido bueno.

Entre 1963 y 1975, dos sexenios constitucionales, Puebla tuvo seis gobernadores, dos impuestos y electos y cuatro interinos por los disturbios que provocaron. Pero parece que los nuevos políticos no han leído la historia reciente de Puebla.

A todas luces los partidos políticos de Puebla fueron presa los últimos ocho años del despojo de sus ideologías y la cooptación de sus líderes, dígase diputados locales, federales, senadores y presidentes municipales. El intento de gobierno al estilo de un cacique produjo un ambiente contrario a la democracia y se manifestó en las urnas el 1 de julio.

El proceso electoral de Puebla estuvo dominado por el deseo de Rafael Moreno Valle primero de ser candidato presidencial y segundo de imponer a su esposa. Los lastres han hecho resbaladiza la subida a grado tal que se olvidó de que el pueblo, el ciudadano, tiene derecho a ejercer su voto y si no cuadran las proyecciones de Omar Blancarte, pues hay que hacerlas cuadrar “a como dé lugar”.

La prensa nacional ha colocado a Rafael como uno de los cinco punteros para dirigir al Partido Acción Nacional, ¿cómo defender esa pretensión si el patio trasero de su casa está incendiado, si la elección de su esposa pasa por el proceso de judicialización?

Evidentemente en el asunto se dan cita nuevos intereses, los que no lo quieren al frente del PAN, los del nuevo gobierno, los de la actitud del candidato presidencial ganador, que, por supuesto no quiere cargar con el lastre ajeno de una elección manchada de sangre, de violencia, de opacidad y posiblemente de impunidad.

El pasado lunes el ex gobernador acudió a Bodegas del Molino, su espacio preferido para reuniones privadas. Casi cien seguidores llegaron, a cada uno saludó de mano, a cada uno le dijo algunas palabras. Algunos recibieron además una sonrisa y una felicitación por el “éxito obtenido”. Otros en cambio recibieron la queja, la exhibición de sus fallas.

Aquí se escribió hace algunas semanas que, en el ajedrez, para salvar al rey hay que sacrificar a la reina, y todo indica que a Rafael Moreno Valle se le ha complicado el tema a grado tal que en el primer círculo ya se advierte que el caso está en vilo. Eso coloca al ex gobernador en una posición de decisión personalísima, optar entre la muerte súbita o la muerte lenta de su proyecto político.

O por lo menos, así me lo parece.

 

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