Por Valentín Varillas
Preocupación se respira ya entre quienes tienen una responsabilidad específica en diversas tareas que tienen que ver con la campaña de José Antonio Meade en Puebla.
No me refiero a quienes están siempre en medio de los reflectores, o los que se sienten parte de una élite privilegiada con acceso directo al candidato.
Los siempre optimistas que por obligación venden en sus declaraciones a los medios de comunicación o a través de mensajes en sus cuentas de redes sociales, una realidad que de plano no existe.
Priistas de a pie, los de la lucha de a de verás, los de la talacha en aras de buscar apoyos reales y votos contantes y sonantes, tienen otra versión de lo que sucede con el abanderado tricolor en el estado.
Ellos tienen el contacto directo con los poblanos y son un termómetro que mide con un crudo realismo qué tan buena o qué tan mala fue la decisión presidencial de enviar a uno de los suyos como candidato a sucederlo.
Y el panorama no luce nada alentador.
Se han encontrado con un mayoritario rechazo a la marca PRI a lo largo y ancho del territorio poblano y han concluido también que hoy queda muy poco de aquel voto verde que tantos triunfos electorales les dio en el pasado.
El hartazgo ancestral por décadas de engaños y fallas de gobiernos de todos los partidos, aunque sea en los hechos una responsabilidad de varios partidos políticos, parece que será una factura que le cobrarán en un mayor porcentaje al partido tricolor.
La pelea por candidaturas priistas a cargos públicos, antes cotizadísimas, son hoy auténticas rifas del tigre que muy pocos se quieren sacar.
Y es que ni siquiera tendrán la oportunidad de hacer negocios con sus potenciales campañas, porque se han dado cuenta que existe una total indiferencia por parte del Comité Ejecutivo Nacional de su partido en todo lo que a Puebla se refiere.
Y lo peor, en términos del financiamiento privado, los empresarios han buscado otras opciones con mayores posibilidades de triunfo, para poder cobrar sus apoyos a través de los más diversos favores desde el servicio público.
Están ahí para los actos públicos, para las comida y las fotos alegres, pero nada más.
A la hora de soltar el billete, nada.
Lo peor para los intereses políticos priistas es que, todo esto dista mucho de ser simplemente una percepción y que hay elementos que indican que se trata de una contundente realidad.
Existen encuestas que indican que, en Puebla, López Obrador superaría en una proporción de tres a uno a José Antonio Meade en número de votos.
Demoledor.
Sin embargo, este escenario, potencialmente apocalíptico para los intereses del PRI poblano, no parece preocuparle en demasía a los “liderazgos” del partido en el estado.
Confían en que el pacto cupular entre Peña y Moreno Valle no los dejará fuera de la jugada y que, a pesar de los pesares, encontrarán la forma de colocarse, como siempre, en cargos y puestos de altísimos beneficios para ellos.
Que el acuerdo sugiere sumar parte de la estructura de operación electoral del morenovallismo a su favor y que al final, pase lo que pase, a ellos les irá bien.
Aunque la auténtica militancia se joda.