Por Valentín Varillas
La llamada entró apenas minutos después de que se oficializara el triunfo de Antonio Echevarría, candidato de la alianza PAN-PRD al gobierno de Nayarit.
Rafael Moreno Valle se comunicaba a la mesa de análisis de la jornada electoral, organizada por Televisa para dar a conocer sus puntos de vista sobre el desarrollo de los procesos que se llevaron a cabo ese día.
Se esperaba, en consonancia con la posición de su partido, un señalamiento duro, concreto, sobre la descarada elección de estado que se acababa de dar en el Estado de México.
Pedir que se limpiara la política nacional del desvío de recursos públicos y la compra de conciencias, además de terminar con la complacencia de la autoridad electoral, eran frases esperadas de quien pretende convertirse en candidato blanquiazul a la presidencia.
No fue así, para nada.
Ni siquiera una referencia tímida, velada, para guardar las formas y desmarcarse del evidente contubernio político que existe entre él y el Grupo Atlacomulco.
Moreno Valle centró su brevísimo comentario en el caso Nayarit.
Lo puso de ejemplo y definió así el rumbo que, en su opinión, es el que debe seguir la derecha nacional para enfrentar la elección del 2018.
Consulta a la base para la definición del candidato y la apertura suficiente para conformar alianzas de grandes vuelos con otras fuerzas políticas nacionales.
Coincidentemente, los escenarios que a él más le convienen en lo personal y no necesariamente al partido.
Únicamente le faltó decir que es él y nadie más, quien en su lógica cumple con el perfil idóneo para encabezar ese gran frente que en los hechos sería anti-AMLO y no anti-gobierno.
Al contrario, estaría ahí para jugar los intereses electorales de Los Pinos.
En la llamada la aire, el poblano recalcó que él se encontraba físicamente en Nayarit y llenó sus cuentas en redes sociales con mensajes relativos al proceso en ese estado.
Nada del Estado de México o Coahuila, entidades en donde no le fue bien a Acción Nacional.
Claro, él intenta vender que la victoria lo persigue -invariablemente- y que jamás, ni por error, se roza con los perdedores.
Obviamente no mencionó siquiera a quienes realmente fueron determinantes en el resultado final de la elección.
Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, líderes de PAN y PRD, por ejemplo.
Tampoco ningún miembro de Los Chuchos, corriente perredista que resultó fundamental en el proceso de operación y obtención de votos a favor de Echevarría.
La gloria, bajo su óptica, es suya y nada más.
Esa óptica de quien siente que nunca pierde y que cuando pierde arrebata.
El proceso de canibalismo panista inició en el mismo momento en el que se perfilaron los resultados de las elecciones de domingo.
Imposible que ese partido llegue unido a la presidencial del próximo año.
La realidad del partido muestra un escenario de suma cero, en donde alguien se beneficiará en detrimento absoluto de los demás.
El nivel de agravios es tal, que no puede haber operación cicatriz lo suficientemente efectiva, como para cerrar aquellas heridas que a medida que se acerca la coyuntura final se van abriendo irremediablemente.
Las llamadas de Margarita y Rafael fustigando a Anaya por un desempeño partidista del que deberían ser corresponsables ellos como liderazgos, son un claro ejemplo de lo anterior y un cruel anticipo de lo que viene.
Los militantes y simpatizantes, mientras, quedarán en el medio viendo como se destrozan sin nada que hacer.
Mudos testigos de un grotesco espectáculo.
Y lo que falta por ver.