Por: Valentín Varillas
No, en el ánimo del gobernador no cayó nada bien la alusión hecha por el rector de la BUAP, durante su informe, al asesinato violento de mujeres en el estado.
Al mandatario no le importó que Esparza, en su discurso, no se haya atrevido a nombrar directamente al estado, ni a los funcionarios responsables de esta realidad.
Tampoco que la mención estuviera llena de generalidades.
Mucho menos que ésta haya sido hecha apenas con un hilo de voz y con una garganta seca que temblaba de nervios.
Para Rafael Moreno Valle, se trató simple y llanamente de una afrenta.
Por eso, decidió que no iba a engalanar el evento con uno de sus tradicionales discursos.
Se limitó apenas a tres minutos en donde, si bien cuidó las formas, redujo sensiblemente los adjetivos favorables y los reconocimientos.
Apenas terminado el informe, les hizo patente su molestia a dos de sus subordinados, cuyas responsabilidades en el servicio público estatal tienen una relación directa con los feminicidios en Puebla.
Víctor Carrancá, Fiscal del estado, y Diódoro Carrasco, Secretario General de Gobierno, fueron los paganos.
El gobernador les ordenó redoblar esfuerzos en aras de que el tema deje de ser fuente de escándalos y mala prensa para su gobierno.
Y es que, por más que se minimice en el discurso oficial, los frecuentes asesinatos de mujeres en el estado significan, además de un grave problema social, una molesta mancha en un expediente político que se intenta vender como inmaculado y puro, en la coyuntura de la elección de candidatos para la presidencial del 2008.
De ahí, la hipersensibilidad oficial en todo lo relacionado con ellos.
Por el lado de Esparza, sus más cercanos colaboradores no entienden aún la lógica de su accionar.
El tema no estaba considerado en el mensaje original con motivo de su informe.
En los constantes ensayos que se llevaron a cabo, jamás se habló siquiera de sacarlo a colación.
No aparece, por lo mismo, en el texto en el formato Power Point utilizado como herramienta de apoyo a su lectura.
Se trató, simplemente, de una penosa improvisación del rector.
Tal vez pensó que la mención lo iba a vestir de crítico, de autónomo y que así podría empezar a recuperar en algo su pisoteada dignidad.
No hay que descartar que, en un extraño arranque de empatía, se sintiera conmovido por el asesinato de una estudiante de la institución, acontecido apenas unos días antes del evento.
El problema para él es que abrió un frente innecesario con quien lo ordena, controla y maneja absolutamente todo.
Innecesario porque su débil y apenas audible referencia a los feminicidios, pasó prácticamente desapercibida entre los académicos y las organizaciones que han criticado la problemática poblana en la materia y han planteado alternativas de acción para su potencial solución.
Las consecuencias de lo anterior son imposibles de calcular en lo inmediato.
Posterior al informe, se han cuidado las formas y los protocolos.
El fondo, solo ellos lo saben.
Sin embargo, en este estilo tan particular de ejercer el poder inaugurado en Puebla hace casi seis años, en lo que a este tipo de agravios se refiere, pocas, muy pocas facturas se han ido sin cobrar.
