Por Alejandro Mondragón
Eran las 16 horas del primer domingo de julio del 2012. El efecto Josefina Vázquez Mota arrastró a los candidatos del PAN al senado y diputaciones federales en Puebla.
El exsecretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, llegó a la casa de campaña, donde se encontraba su suplente, Patricia Leal Islas, y el entonces secretario de Salud, Jorge Aguilar Chedraui.
¿Cómo vamos jóvenes?, preguntó.
Mal, respondieron.
Sin más, se fue hasta donde estaba una botella de whisky. Se sirvió, fue a un sillón se sentó y comenzó a mover el vaso, cruzando la pierna.
Cerca de las 22 horas en su cuenta en Twitter admitió que la tendencia no le favorecía. Se fue a dormir. Cuando se despertó resulta que ya era senador plurinominal, porque le ganó la posición de minoría a Manuel Bartlett con una diferencia calderoniana de 0.82 por ciento. El primer lugar fue para la priista Blanca Alcalá.
Fue en realidad su segunda derrota en las urnas. La primera ocurrió en el 2000 con las siglas del PRI, como candidato a diputado federal. Después de la derrota renunció al tricolor y se afilió al PAN, donde jugó la carta ganadora de Felipe Calderón a la presidencia en el 2006.
En el 2013 formó parte del grupo que llevó a Tony Gali a la alcaldía, pero un año después se sumó a la campaña de Ernesto Cordero por la dirigencia nacional. Fue la primera vez que jugó las contras al morenovallismo. Después del triunfo de Gustavo Madero lo único que le quedó fue escribir en su BlackBerry y enviar el mensaje: son chingaderas.
Pues este personaje narcisista, protagonista y polemista es el nuevo coordinador de la campaña a la mini gubernatura de Antonio Gali Fayad para el 2016.
Se juega su boleto para el 2018. El problema del senador es que es un chivo en cristalería que suele generar más problemas que soluciones. Radicaliza. Acerca fobias, aleja filias.
En el 2013 se dedicaba a madrear en redes sociales al PRI y sus candidatos, fuera de toda estrategia, con tal de acaparar los reflectores. Todos los ataques los llevaba él, pero con base en ocurrencias.
Lo peor de una campaña es no seguir una estrategia. Las madrizas se responden con una acción que marque las formas para que no terminen en bravuconadas.
Ya era vocero, hoy coordinador de campaña. Es un riesgo por su estilo, refirió un influyente panista.
Lozano tiene relaciones nacionales, conoce y lo conocen, pero su papel no es de estratega, nunca lo ha sido, ni en la campaña de Felipe Calderón.
Con Javier Lozano de coordinador, la campaña será un tiradero de mierda política. Lozano no tarda en querer figurar más que el propio Gali. Naturaleza humana.
Javier, si va a un entierro, quiere ser el muerto.
Cuentan panistas que lo vieron: Lozano fue sacado del cuarto de guerra de la campaña de Gali en 2013, coordinada por Fernando Manzanilla, porque sólo metía ruido y quería declarar todo el día. Lo suyo es el show.
Lozano en la coordinación, Martha Érika Alonso en el PAN y Luis Banck en el Ayuntamiento indica que el gobernador se cerrará en su caparazón a piedra y lodo para lo que considera será una guerra sin cuartel.