25-04-2024 09:05:55 AM

Ella? II

 

“Uhmmmmmmm… parece que tu cuerpo reacciona al masaje”, dijo mirándome con ojos lascivos y una sonrisa en los labios. Sus manos, desabrochaban los últimos botones de su diminuta bata blanca y dándome la espalda antes de que mis ojos pudieran alcanzar a ver la total desnudez de sus pechos. Sus caderas habían iniciado un serpenteante movimiento; mientras sus manos, levantaban con desesperante lentitud, la diminuta falda que apenas cubría sus nalgas. Su cuerpo, menudo y ágil, serpenteaba acercándose a mi verga para apenas rozarla; alejándose después, mientras volvía su mirada provocadora hacia mí.

 

Intenté acercarme a ella. Pero una orden tajante me detuvo. “No querido, este es mi trabajo, deja que lo haga y disfruta de él”. En realidad me sentía deliciosamente torturado.

 

Sus manos acariciaban mi torso desnudo y húmedo con habilidad, deteniéndose en mis tetillas y rozándolas suavemente. Mientras pequeñas descargas eléctricas recorrían mi cuerpo haciéndome temblar de placer. Sus ojos seguían con interés cada una de mis reacciones y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su boca, cuando una de sus excitantes caricias arrancó de mis labios un profundo gemido de placer.

 

Su lengua lamía con deleite las gotas de agua de mis axilas, deslizándose hábilmente para explorar mis tetillas, rodeándolas con un movimiento de aleteo que aumentaba mi desesperación. Mis gemidos delataban mi excitación. Me resultaba difícil no participar de aquel banquete y permanecer quieto, mientras ella atacaba sin piedad mis puntos más sensibles.

 

Mi respiración agitada sonaba ahora al compás de la suya. Podía sentir que su cuerpo latía al ritmo del mío. El agua, terminado su ciclo, había dejado de golpear nuestros cuerpos. Ella arrodillada a mis pies, había tomado mi verga entre sus manos acariciándola de arriba abajo con pericia magistral. Mis gemidos podían escucharse en toda la sala, rebotando sobre las paredes y regresando a mí multiplicados por el eco. Lamía mi verga erecta, haciendo pequeñas succiones sobre ella y retirándose una y otra vez, mientras disfrutaba en silencio de mis reacciones de impaciencia.

 

No puedo más… musité al borde de la desesperación. “Sí, claro que puedes” dijo con una sonrisa casi demoníaca. “Te haré disfrutar como nunca antes, una chupadita…mmmm…“dijo, y abriendo su boca comenzó a lamerla y succionarla cerrando con fuerza sus labios sobre ella, mientras subía y bajaba con movimientos rápidos y seguros, una deliciosa sensación se apoderó de mi cuerpo, su garganta había tragado por completo mi verga erecta y el movimiento ágil de su tráquea parecía querer deglutirla.

 

Sus dedos pequeños y delgados masajeaban ahora mi entrada anal, penetrándola una y otra vez… mis piernas amenazaban con doblarse ante la oleada de placer que me invadía. Ella gemía y sus gemidos me excitaban tanto como sus caricias. De pronto, se detuvo y mirándome a los ojos me dijo… “esto te gustará también”. Su mano presionaba mi verga masajeándola de arriba abajo mientras me hablaba. Era una deliciosa mujer. Había conseguido mover todas mis fibras. Se había dado la vuelta para acariciar mi verga con sus nalgas, un temblor recorrió mi cuerpo mientras mi corazón amenazaba con detener su marcha.

 

Con sus manos separaba aquellas deliciosas nalgas para mostrarme su entrada que palpitaba deseosa de ser penetrada. No pude detener mi instinto por más tiempo y tomándola por la cintura la atraje hacia mí con fuerza y volviéndola hacia mí, introduje mi lengua dentro de su boca en busca de aquella lengua que había torturado lenta y silenciosamente todo mi cuerpo. Mis manos buscaron con desesperación el contacto con la piel de aquel cuerpo desnudo, arrancando su bata por completo.

 

Podía sentir la suavidad de su piel erizándose al contacto con mis manos. Respiraba agitadamente y presionaba su pelvis contra mi verga erecta. Mientras nos besábamos apasionadamente. Había metido uno de sus muslos entre los míos moviéndose con habilidad para acariciar su clítoris. Esto me llevo al éxtasis. Si había algo que me excitara al máximo, era ver a una mujer masturbarse frente a mí con sus dedos o hacerlo frotando su clítoris contra cualquier parte de mi cuerpo. Estaba absolutamente encendido. Y tomándola entre mis brazos trasladé su cuerpo hasta la camilla de masajes, dejándolo tendido y expuesto a mis ávidos deseos. De pie, a los pies de la camilla, podía disfrutar plenamente de la visión deliciosa que su cuerpo me ofrecía.

 

Tomándola por la cintura tiré de ella para traerla hacia el borde de la camilla, y sentir más cerca el calor abrasador de su sexo, mientras observaba con absoluto placer aquel cuerpo entregado sin reservas. Era la postura perfecta para penetrarla sin piedad. Ella, completamente excitada, abrió sus piernas aún más mostrándome su sexo pleno de humedades y llevando su mano al clítoris comenzó a acariciarlo mientras me miraba. La observé unos segundos mientras yo también me masturbaba, parecía satisfecha y podía ver como un ligero tono sonrosado encendía sus mejillas.

 

Mis manos buscaron ansiosas sus pezones… eran oscuros y bien formados, pedían a gritos ser lamidos, chupados, succionados, mordidos… la saliva inundaba mi boca impidiéndome respirar… mi lengua bordeaba con sigilo cada uno de aquellos pequeños botones dotados de vida propia. Mientras sus gemidos de placer retumbaban dentro de la sala. ¡Muérdelos! Gritó, casi con desesperación… ¡Muérdelos! Y mis dientes se clavaron tímidamente en ellos descubriendo su increíble dureza.

 

Su vientre, arqueado sobre la mesa, buscaba el contacto con mi torso desnudo para masturbarse una vez más. Sus gritos de placer me hicieron temer que alguien entrara en la sala y miré furtivamente hacia la puerta. Pero no importaba nada, estaba decidido a todo y continué mordisqueando aquellos deliciosos pezones mientras mis manos descendían lentamente hacia su pubis para buscar su ardoroso sexo que húmedo y abierto, palpitaba de deseo.

 

Me separé de ella para ver con detalle el espectáculo esplendoroso de su cuerpo tendido. Mientras acariciaba con delicadeza el interior de sus muslos de abajo hacia arriba y muy lentamente, ella, me miraba extasiada separando sus muslos al máximo y alzando sus caderas para mostrarme sin ningún recato sus aberturas plenas de humedades y completamente inflamadas por el placer.

 

Movía sus dedos sobre el clítoris mientras me miraba fijamente. Sus ojos acariciaban mi cuerpo deseándolo. Podía sentir su respiración agitada y el dulce aroma de sus secreciones… paseé mi lengua por mis labios y ella, observando mi gesto, introdujo sus dedos en su sexo para mojarlos, ofreciéndomelos para que los lamiera…los chupe uno a uno mientras sus jadeos de placer se derramaban excitándome aún más.

 

El calor era sofocante, nuestros cuerpos ardían revolcándose en el aroma excitante del sexo más primitivo. Me incliné sobre ella y hundí mi cabeza en aquella flor deliciosa que se abría ante mis ojos. Mi lengua recorrió con suavidad los pliegues de sus labios haciendo ligera presión sobre ellos. Subiendo y bajando con pertinaz insistencia desde su ano y penetrando con mi lengua sus aberturas una y otra vez. Se mostraba exultante de placer arrastrándome con ella en los jadeos y trasmitiéndome con seguridad aquello que más le agradaba.

 

Movía su pelvis acercándose más a mi boca y solicitando más fuerza en la caricia. Sus embestidas me indicaban la proximidad del orgasmo… mi lengua bajaba hasta su ano lamiéndolo y succionándolo. Estaba abierto, dispuesto para el amor. “Dame más… más, no te detengas… dame más…” Mi lengua había alcanzado su clítoris inflamado y erguido. Presionando sobre él, y presionándolo levemente. Esto bastaba para escuchar sus ansiosas peticiones “No dejes de hacerlo… me vuelve loca sentir tu lengua lamiéndome, no pares por favor”.

 

Con delicadeza separé sus labios atrapando entre los míos la deliciosa erección de su clítoris para succionarlo con fuerza… dos segundos fueron suficientes… su pelvis se movía cadenciosamente buscando el ritmo necesario y guiando los movimientos y la intensidad de mis caricias. “Me gusta con locura lo que haces, continua por favor… quiero más” “El roce de tu barba en mi sexo… mmmmmmmmm….me gusta, me funde de placer” Era lo mejor que había escuchado en mucho tiempo ¡A mí también me gustaba lamer aquel sexo dispuesto para el amor! Tanto que estaba a punto de derramarme sobre ella… pero no “¡No te vayas todavía suspiró…dame un poco más!” musitó con voz suplicante.

 

Levantó sus piernas colgando cada una a un costado de mi cuello, era la postura más deliciosa para un hombre, siempre había pensado esto. Una mujer desnuda, abierta, dispuesta a recibir todo sin recato ninguno; exhibiendo la visión total de sus más recónditos parajes, en una palabra “entregada”.

 

Me mostraba su entrada anal con una mirada suplicante… ¡Penétrame ahora, lléname con tu verga…! ¡Era deliciosa su manera de pedirlo! ¡Hacia tanto tiempo que una mujer no dirigía las operaciones que me sentía absolutamente sorprendido! ¡La tienes muy dura… y me gustaría tenerla dentro! ¡Acaricia mi clítoris con ella! ¡Frótala contra mi vulva! Mmmmmmmmmmmm… Un poco más… así, mmmmm…. ¡Ahora, mete tus dedos en mi ano! ¡Sí, así, muévelos más… un poco más adentro…! aquello me llevaba al éxtasis… mirarla desnuda, con la piernas abiertas y guiando mis manos dentro de su cuerpo colmaba todos mis deseos.

 

Nos mirábamos sin creer que éramos dos extraños… atraídos como imanes por la fuerza del sexo… aquellos pezones oscuros y erguidos por la excitación eran la visión deseada para cualquier mortal. Los acariciaba con sus dedos sin dejar de mirarme… ¡Ahora, cariño!, me dijo… ¡Entra ahora!… No lo dudé un instante y temiendo hacerle daño hice un primer intento, mientras sus manos guiaban con maestría la fuerza que debía imprimir a mi embestida. Mi excitación estaba a punto de alcanzar el clímax, sentía la eminente necesidad de descargarme sobre ella… un segundo intento fue suficiente para entrar en su delicioso culo.

 

Podía sentir el dulce y cálido abrazo de aquel anillo masajeando mi verga a punto de estallar. Aquel delicioso agujero la había engullido por completo, apretándola con fuerza… mis embestidas aumentaron su ritmo cuando pude observar que ella, acariciaba entre sus dedos uno de sus pezones mientras que con la otra mano masajeaba su clítoris penetrando con sus dedos las humedades recónditas de su sexo.

 

Unos segundos después su voz, quebrada por el agotamiento de la excitación, casi un gemido de desesperación grito: ¡Ya, sí, un poco más… mmmmmmmm…! Mientras sus manos, aprisionando las mías con fuerza inusitada trataban de acelerar el ritmo para alcanzar la recta final. Un grito desgarrador escapó de su garganta, mientras su cuerpo vencido por la tensión se descargaba en pequeños movimientos involuntarios que lo hacían temblar de pies a cabeza.

 

Podía ver y sentir como su vagina se abría y cerraba con movimientos rítmicos que se irradiaban hacia el ano, procurándome un delicioso masaje que me llevaba sin remedio a la cima de todos los placeres terrenales y celestiales… sentía como mi verga descargaba su contenido dentro de aquella cueva, presuntamente no prevista para las lides amorosas pero, en definitiva, extraordinariamente placentera. Tembloroso y agitado, mientras exhalaba un último aliento, mi garganta emitió un potente gemido de placer; mientras ella, observándome con ternura, dibujaba en su rostro una tenue sonrisa de satisfacción.

 

Traté de levantarla, para sentirla más cercana… pero nuestros extenuados cuerpos no respondían a nuestros deseos. Permanecimos tendidos, ella con las piernas abiertas rodeando mi cuerpo y yo apoyando mi cabeza sobre su vientre, mientras nuestras respiraciones, lentamente, recobraban la calma perdida.

 

Su voz me despertó: “Has sido un amante exquisito… lástima que estés de paso. Pero quiero decirte que me gustas y que tu cuerpo, ese del cual pareces un poco insatisfecho, me atrae tanto como tu forma de usarlo para el amor. Desearía que no olvidaras esto”. “Tu barba sobre mi sexo me ha llevado a viajar por las estrellas…no quisiera que pensaras…”, no la dejé continuar y tomando su cabeza entre mis manos acerqué mis labios a los suyos que, entreabiertos, esperaban la caricia de mis besos.

 

Sus palabras y el placer que me había proporcionado con su cuerpo eran el mejor bálsamo para mi espíritu. ¿Piensas que podré olvidarte? …”Has acariciado mi cuerpo y mi corazón como nadie lo había hecho. Por cierto… ¿Cómo te llamas…? Soy Lola y ¿tú?… Me llamo Carlos y esto… ha sido tan inesperado… no podía imaginar que… ¿Una ducha? Dijo ella resuelta a terminar con la conversación… “Tengo que regresar a mi trabajo, otros clientes esperan mis servicios”. “Sí”, contesté ¿Nos ducharemos juntos? “Tengo curiosidad por saber si tus servicios incluyen también el placer de amarte…” “No, claro que no”, respondió con picardía. “Tú has sido una excepción… me has atraído desde el primer momento; corría el riesgo de ser rechazada, pero mi costumbre es arriesgar y no perder ninguna oportunidad”.

 

“Debo regresar a mi trabajo, lo siento. La ducha está por ahí” dijo, señalando al fondo de la sala. No quería importunarla más… y sin dejar de admirar a aquella mujer pequeña, ardiente y extraordinariamente sensual, caminé hacia la ducha preguntándome si una vez más podría disfrutar de su excitante compañía. La respuesta la tenía ella. Yo había hecho mi elección.

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